Cada año ocurren más accidentes de tráfico, y en muchos de ellos, las víctimas sufren síndrome de aplastamiento. A pesar de que este síndrome se ha reportado desde hace muchos años, no ha sido estudiado en profundidad, actualmente aún es bastante desconocido y la bibliografía es poco actual. En el primer trabajo que abre el número 10 y primero de este recién estrenado 2019, hemos recopilado la información básica para tener una guía y un apoyo sobre lo que se ha concluido hasta el momento sobre esta problemática, hablando de su historia, el problema en sí, las casusas que lo originan, cómo se clasifica, la anatomía patogénica y su patogénesis, cómo se diagnostica por las alteraciones clínicas que presenta, las valoraciones iniciales que se deben hacer y cómo debe ser tratado el síndrome y debemos manejar al paciente.
Es imprescindible una actuación rápida y agresiva in situ en donde ha tenido lugar el accidente. Es importante conocer el síndrome y sus efectos con tal de intentar prevenirlo, o si no es posible, tratarlo lo antes posible y de la mejor manera con tal de que el paciente no sufra complicaciones que puedan poner en peligro su vida. Este síndrome está asociado con la rabdomiólisis y ésta puede originar insuficiencia renal. Debemos tener esto en cuenta para actuar en consecuencia. Cada paciente es diferente, y el tratamiento se debe individualizar al máximo posible para conseguir un resultado mejor.
En el siguiente artículo, la vía intraósea es actualmente la segunda vía de elección en caso de no poder canalizar una vía venosa periférica. Actualmente hay varios dispositivos intraóseos, como la aguja manual, el dispositivo FAST (Acces For Shock and Trauma), el dispositivo intraóseo de resorte (Bone Injection Gun, BIG), y el dispositivo de taladro (EZ-IO). En este artículo, hemos descrito estos dispositivos, así como las indicaciones actuales y en estudio del acceso intraóseo, con el fin de mejorar el conocimiento de esta técnica entre el personal sanitario.
Continuamos hablando del dolor tendinoso, conocido como tendinopatía, es muy común en individuos físicamente activos, ya sea a nivel competitivo como recreacional. Sin embargo, se ha demostrado que individuos físicamente inactivos también lo sufren. Por lo tanto, se puede afirmar que la actividad física no se puede asociar directamente a la histopatología, y que el ejercicio físico puede ser más importante en la provocación de los síntomas que en ser el causante de la lesión. La sobreutilización induce esta condición, pero la etiología y la patogenia no están científicamente clarificadas.
Terminamos este número estudiando la rotura del ligamento cruzado anterior, lesión relativamente habitual entre los practicantes de deportes que impliquen movimientos de cortes, cambios de dirección o pivotes (baloncesto, futbol, hockey, etc.), y tiene una especial incidencia en las mujeres. Atendiendo a la edad, las personas entre 15 y 40 años serán especialmente sensibles a sufrir este tipo de patología.
Confiamos que este número dedicado a la traumatología, sea de vuestro agrado y provecho, y hacemos extensivo este deseo para el nuevo año que acabamos de estrenar.