Lucía Cao Fernández
Diplomada Universitaria en Enfermería
Máster en Alimentación y Nutrición Perinatal
Asturias.
RESUMEN
La obesidad infantil es un problema de salud de especial importancia en nuestros días. Problema que trae consigo asociadas patologías a corto, medio y largo plazo. El presente trabajo trata de hacer un recorrido por algunos conceptos clave para una alimentación saludable y hacer hincapié en la importancia de la prevención para evitar desviaciones de salud que dañen nuestro organismo.
La prevención es uno de los puntos clave para el abordaje del sobrepeso en la población infantil. Esta prevención se puede llevar a cabo con programas de salud que desde la atención primaria lleguen a la población general y en concreto a la población infantil. Para llegar a los niños estos programas no deben dirigirse únicamente a ellos, sino a quienes se encargan de su educación, la familia y la escuela. De esta manera se pretende conseguir un cambio hacía hábitos de vida saludables.
Los dos pilares fundamentales sobre los que sustentar estos cambios son una buena alimentación y una adecuada actividad física. En su contra están el sedentarismo y las dietas sobrenergéticas con un mal reparto de nutrientes que van a dirección opuesta a este objetivo.
Actualmente, la alimentación se caracteriza por ser desequilibrada y excesivamente calórica. En general, los niños toman más cantidad de alimentos de la que precisan y su alimentación es rica en grasas, azúcares sencillos y en consecuencia en calorías, con un predominio de la carne, los precocinados, los dulces y un consumo insuficiente de verduras, legumbres, frutas y pescado. A esto, se suma el hecho generalizado de que muchos niños y adolescentes omiten el desayuno, una de las comidas más importantes del día, y que está directamente implicada en la regulación del peso. Por la importancia que tiene esta primera comida del día le dedicaremos un apartado más amplio a lo largo del trabajo.
Otro punto clave a tratar son las consecuencias que trae consigo el mantenimiento de un peso elevado desde edades tempranas, los adultos que han sido niños o adolescentes con sobrepeso u obesidad elevan su riesgo a padecer otras patologías de manera exponencial. Patologías, que además, ponen en riesgo su integridad física por tener una morbimortalidad elevada.
LA ALIMENTACIÓN
Una buena salud depende de muchos factores: alimentación, higiene, medio ambiente, etc. De todos ellos la alimentación desempeña una función decisiva para el bienestar general del cuerpo (vida, salud, crecimiento y obtener la energía para el juego y el trabajo)2.
Si entendemos por alimentación una serie de hábitos voluntarios y conscientes encaminados a la elección, preparación e ingesta de alimentos (susceptibles de modificación por la acción de influencias externas de tipo educativo, cultural o económico), podemos decir que el proceso de alimentación está íntimamente ligado a las facultades intelectuales y manuales que puede desarrollar el propio individuo2.
El término alimentación engloba distintos componentes, para no confundir conceptos, es importante diferenciar los que se exponen a continuación:
Los alimentos se clasifican en siete grupos según sus cualidades y los nutrientes que proporcionan al organismo.
Los zumos de frutas, eliminan la fibra que acompañan a los nutrientes y aumentan el grado de absorción de los glúcidos simples presentes en la fruta, siendo considerado un hidrato de carbono de absorción rápida (fructosa). Las frutas verdes tienen más almidón y son más indigestas, mientras que las más maduras tienen menos almidón y más disacáridos. En grado extremo de madurez no son recomendables debido a sus fermentaciones alcohólicas, lácticas y acéticas8.
El mayor consumo de azucares en la dieta de los niños no suele ser el que se hace como tal, sino el contenido en otros alimentos como caramelos, pastas, bollos y, en general, en los productos de confitería. Es importante tener presente que estos productos deben sólo utilizarse de manera esporádica en la alimentación, no únicamente por su alto contenido en azucares, sino además por su contenido en grasas saturadas, tanto de origen animal como vegetal8.
La margarina se obtiene por hidrogenación y solidificación de aceites vegetales. La hidrogenación satura parcialmente la grasa y le hace perder las características nutritivas de los ácidos grasos insaturados8.
Los aceites pueden ser de semillas o de oliva. Este último es el fundamental en la dieta mediterránea. Contiene fundamentalmente ácido oleico como ácido graso más característico, pero al ser una semilla contiene también pequeñas cantidades de linoleico. Por ello, en los aceites de semillas el ácido graso más abundante es el linoleico. Son también aceites los de palma y coco, con un alto contenido en ácidos grasos saturados, presentes de un modo importante en los dulces de elaboración industrial8.
Estos alimentos sirven para satisfacer una triple exigencia en nuestro cuerpo: energética, plástica y reguladora2. En este caso, centraremos la atención en el componente energético de los alimentos, ya que es, el que más nos va a interesar a la hora de analizar los problemas de sobrepeso u obesidad.
Al hablar de las funciones del organismo vivo se ha de entender el término energía, en el sentido de producción de calor. Los alimentos son combustibles y, por lo tanto, capaces de producir calor. Entre las sustancias nutritivas contenidas en los distintos alimentos, las que tienen poder energético son: las grasas, hidratos de carbono y las proteínas. En cambio no tienen poder energético las vitaminas, sustancias minerales ni el agua. El valor energético o valor calórico de un alimento es directamente proporcional a la cantidad de energía que puede proporcionar al quemarse en presencia de oxígeno. El valor energético de los alimentos se mide en calorías, que se definen como la cantidad de energía necesaria para incrementar un grado centígrado la temperatura de un gramo de agua, desde 14,4º a 15,5º. Equivale a 4,1868 Julios (J)2,8.
La energía que nuestro organismo necesita para mantener la vida, la actividad física y para el crecimiento se obtiene a partir de la oxidación de los carbohidratos, grasas, proteínas y alcohol de la dieta. Si se ingiere mayor cantidad de energía de la que se necesita, el cuerpo la almacenará en forma de grasa y estamos ante una situación de Equilibrio Energético Positivo. Si por el contrario, el suministro de energía es menor al gasto de ésta, el organismo recurre a la que está almacenada en los tejidos y estaremos en una situación de Equilibrio Energético Negativo 2.
La energía total que necesita un individuo que está en total equilibrio calórico es exactamente igual a la suma de: La tasa metabólica basal (mb), la energía gastada en la actividad física (af) y la acción dinámica específica de los alimentos (ada)2.
Actualmente, la alimentación se caracteriza por ser desequilibrada y excesivamente calórica. En general, los niños toman más cantidad de alimentos de la que precisan y su alimentación es rica en grasas, azúcares sencillos y en consecuencia en calorías, con un predominio de la carne, los precocinados, los dulces y un consumo insuficiente de verduras, legumbres, frutas y pescado. A esta circunstancia, se une el hecho generalizado de que muchos niños y adolescentes omiten el desayuno, una de las comidas más importantes del día, directamente implicada en la regulación del peso2.
Los nutrientes que proporcionan los alimentos son esenciales para un normal desarrollo del niño. Una mala ingesta de nutrientes en términos cualitativos y cuantitativos puede acarrear enfermedades crónicas actuales, tales como la diabetes y la obesidad5.
Pirámide en la que se muestran las raciones de alimentos y cuál debe ser su consumo diario para una dieta equilibrada
LA OBESIDAD INFANTIL Y SUS PROBLEMAS DERIVADOS
La obesidad se define como un trastorno generalizado que se manifiesta por exceso de tejido adiposo. Es la enfermedad metabólica más relevante del mundo occidental y constituye una de las causas fundamentales del incremento de la morbimortalidad en los países desarrollados, representando un problema importante de salud pública.
Existen diferentes tipos de obesidad según el tipo de células, la más característica en los niños es la hiperplásica. Esta obesidad es la que se da con mayor frecuencia en la población infantil y en la adolescencia. Tiene un mal pronóstico, debido a que se presenta con una exagerada cantidad de adipocitos de tamaño normal. El mal pronóstico se debe a la imposibilidad de reducir esa exagerada población de adipocitos y, que una vez establecida, se caracteriza por su avidez por la grasa y tendencia a llenarse de grasa. Estos individuos tienden a ser obesos desde niños y a tener una ganancia importante de peso durante la adolescencia. Después de esta edad el número de adipocitos se mantiene durante toda la vida. En esta forma de obesidad la distribución de la grasa es central y periférica, por ello, una vez instaurada, el tratamiento es considerablemente más difícil9.
La obesidad infantil ha tenido dos malos colaboradores que han favorecido que esta aumente alarmantemente. Por un lado, los malos hábitos en alimentación, y por otro el descenso de la actividad física4. Actualmente, como vimos en el apartado anterior, el consumo de grandes alimentos grasos, bollería, embutidos, abuso de proteínas, alimentos fritos, bebidas carbonatadas, azúcares simples, etc., así como la ingesta deficitaria de frutas, verduras y cereales se está convirtiendo en algo habitual y natural para la alimentación de nuestros jóvenes, lo que traerá consigo graves problemas para la salud y la calidad de vida de éstos. El Ministerio de Sanidad y Consumo (2005) afirma que un estilo de vida sedentario y el deterioro de nuestros hábitos dietéticos son las causas de la alta prevalencia de obesidad. AESAN (2010), corrobora lo anterior afirmando que ambos factores son las principales causas de las enfermedades crónicas más importantes7.
El equilibrio entre los nutrientes ingeridos y gastados es esencial para mantener una estabilidad en el peso. Por ello, un desequilibrio entre la cantidad de energía que consumimos y la que gastamos va a traer consigo consecuencias. Estas se clasifican en dos niveles:
Ya que el tema tratado en este trabajo es el sobrepeso o la obesidad infantil vamos a profundizar más en las consecuencias negativas que acarrea una alimentación desequilibrada por exceso. Y si a esto le sumamos, falta de actividad física, el riesgo aumenta considerablemente.
Los factores determinantes de la obesidad infantil son numerosos. Hay que entender que se trata de una enfermedad metabólica multifactorial influida por elementos sociales, fisiológicos, metabólicos, moleculares y genéticos. No obstante, la combinación de una alimentación inadecuada en cantidad y tipo de alimentos, y la tendencia a realizar menos actividad física relacionada con el mayor tiempo dedicado a actividades sedentarias explica en parte por qué se ha duplicado la obesidad infantil en los últimos 15 años en nuestro país. Por tanto, los malos hábitos de alimentación y un estilo de vida sedentario son los factores responsables2.
Síndrome metabólico
El síndrome metabólico (SM) es una entidad clínica controvertida que aparece, con amplias variaciones fenotípicas, en personas con una predisposición endógena, determinada genéticamente y condicionada por factores ambientales. Se caracteriza por la presencia de resistencia a la insulina, asociada a trastornos del metabolismo hidrocarbonado, cifras elevadas de presión arterial, alteraciones lipídicas (hipertrigliceridemia, descenso del HDL, presencia de LDL tipo B, aumento de ácidos grasos libres y lipemia postprandial) y obesidad, con un incremento de la morbimortalidad de origen ateroesclerótico.
Además de la susceptibilidad genética, el SM precisa de la presencia de otros factores ambientales tales como obesidad central o abdominal, sedentarismo, dieta hipercalórica rica en grasas-carbohidratos y tabaquismo. Otros factores relacionados son la hiperuricemia, hipercoagulabilidad, hiperleptinemia o resistencia a la leptina, leucocitosis, hiperandrogenismo, hígado graso, cálculos biliares, osteoporosis, acantosis nigricans y síndrome del ovario poliquístico3.
En la siguiente tabla se observan los determinantes de riesgo para el diagnóstico del Síndrome Metabólico según American Heart Association (2005)
Obesidad abdominal (perímetro cintura) • Hombres: >102 cm. • Mujeres: >88 cm. |
Triglicéridos • Hombres: ≥150 mg/dl • Mujeres: ≥150 mg/dl o tratamiento farmacológico |
HDL • Hombres: <40 mg/dl • Mujeres: <50 mg/dl o tratamiento farmacológico |
Presión arterial • Hombres: ≥130/ ≥85 mmHg • Mujeres: ≥130/ ≥85 mmHg o tratamiento farmacológico |
Nivel de glucosa en ayunas • Hombres: ≥100 mg/dl • Mujeres: ≥100 mg/dl o tratamiento farmacológico |
El síndrome metabólico está formado por un conjunto de anormalidades metabólicas que aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes mellitus tipo 2. La etiología exacta no está clara, aunque se conoce que existe una compleja interacción entre factores genéticos, metabólicos y ambientales. Entre los factores ambientales, los hábitos dietéticos juegan un papel muy importante en el tratamiento y prevención de esta condición3.
Las recomendaciones generales clásicas incluyen el control de la obesidad, aumento de la actividad física, disminución de ingesta de grasas saturadas, trans y colesterol, reducción en la ingesta de azúcares simples y aumento en la ingesta de frutas y vegetales3.
Comorbilidad
En la década de 1970 se generaliza el término de comorbidades o estados comórbidos, para indicar una condición o condiciones médicas que coexisten con la enfermedad o trastorno primario, normalmente añadiendo complejidad al paciente de cualquier edad como es el caso de la obesidad. Es lógico pensar que conforme aumenta la prevalencia de la obesidad se incremente la de las comorbidades, esto que claramente acontece en la obesidad del adulto, no es tan evidenciable en las edades pediátricas debido a la falta de estudios multicéntricos longitudinales1.
Porqué aparecen éstos y el síndrome metabólico es un hecho no esclarecido, sin embargo existe una asociación entre los mismos con los hábitos dietéticos, el estilo de vida sedentario y determinados factores socio-ambientales, pero resulta evidente, que estos factores están relacionados también con la obesidad1.
Hígado graso no alcohólico
El hígado graso no alcohólico es la anomalía hepática más común en las edades pediátricas, adquiere especial importancia, porque puede tener una evolución hacia la esteatohepatitis (y cirrosis) y por las dificultades de un diagnóstico precoz1.
Se puede definir al HGNA como una comorbidad de la obesidad causada por una acumulación macrovesicular de grasa, triglicéridos, en el hepatocito que empeora con la hiperinsulinemia y que puede tener una negativa e impredictible progresión hacia la esteatohepatitis1.
La incorporación de ácidos grasos al hepatocito tiene dos orígenes, el postprandial y el tejido adiposo. Alrededor del 20% de la grasa de la dieta va directamente al hígado, lo que en sí constituye una importante cuota, pero además se debe tener en cuenta que los carbohidratos de la dieta también promueven la síntesis de nuevos ácidos grasos1.
Enfermedad cardiovascular
El incremento del IMC desde el normopeso, a sobrepeso y a obesidad comporta una elevación moderada de la tensión arterial sistólica y diastólica, de un aumento del débito cardiaco y de la masa ventricular. Ello no sólo supone la base de riesgo cardiovascular para el futuro si no que ya tiene implicaciones clínicas en el joven y adolescente1.
Es evidente que la presencia de dislipemia, hipertensión, coagulopatía e inflamación crónica, propicia el desarrollo de la enfermedad cardiovascular. La presencia de dos o más factores de riesgo cardiovascular (glucemia en ayunas, hipertensión, disminución del Hdl colesterol o elevación de triglicéridos) lo aumenta a tenor del índice de masa corporal. A las conocidas alteraciones del ventrículo izquierdo (pared posterior, septo y masa ventricular) hay que añadir el llenado diastólico precoz y estas alteraciones son debidas exclusivamente a la obesidad de los adolescentes, sin que tengan que ver con la génesis de las mismas las modificaciones metabólicas de los carbohidratos y de los lípidos1.
Alteraciones respiratorias
Por su relación y contribución a la enfermedad cardiovascular merecen un breve análisis, en concreto, la apnea obstructiva del sueño implica una mayor cardiomorbilidad. Dentro de este apartado se incluyen otros aspectos relacionados como es la intolerancia al ejercicio y el síndrome de hipoventilación entre otros1.
Las alteraciones respiratorias derivan de los efectos mecánicos que la obesidad produce sobre la dinámica respiratoria principalmente en el pulmón pero también sobre las vías respiratorias y pueden ser de tal magnitud que pueden reproducir un cuadro asmático pero que remite con la pérdida de peso. En el pulmón de niños y adolescentes obesos existe una disminución de la capacidad funcional residual y del volumen residual. Los depósitos grasos del tórax y del abdomen disminuyen los movimientos de la pared torácica y del diafragma lo que trae consigo una disminución de la compliance de la pared torácica y supone un trabajo respiratorio aumentado a tenor del grado de obesidad1.
Diabetes mellitus
La diabetes mellitus es una enfermedad metabólica crónica, que afecta a diversos órganos y sistemas, debida a una secreción o acción insuficiente de la insulina o una resistencia en los tejidos diana. Produce alteraciones a nivel del metabolismo de los hidratos de carbono, de los lípidos, de las proteínas y como resultado de estas alteraciones se mantienen elevados los niveles de glucosa en sangre, pudiendo producir complicaciones tanto a nivel neuropático como vascular10.
Según la etiología nos encontramos con diabetes tipo 1 y diabetes tipo 2. La diabetes tipo 1 se puede producir por la destrucción de las células β de los islotes de Langerhans a nivel pancreático (autoinmune) o bien debido a un déficit primario de la función del páncreas (idiopática). Otra posible causa para este tipo de diabetes son determinados agentes víricos (al desencadenar una respuesta autoinmune anómala)10.
Para el tema que nos acontece la diabetes que nos importa es la tipo 2, ya que, las causas que favorecen su aparición se encuentran factores genéticos, edad, obesidad, inactividad física (disminuye el número y la sensibilidad de los receptores de insulina y aumenta el riesgo de obesidad) y consumo excesivo de alcohol (aumenta el riesgo de obesidad y de padecer pancreatitis crónica). Se puede producir por un defecto en la secreción de insulina, por una resistencia a sus efectos o por la combinación de ambas. El tratamiento de este tipo de pacientes incluye dieta y ejercicio, entre otros10.
También podemos encontrar otro tipo de diabetes que va a cobrar especial importancia, junto con la tipo 2, en nuestro tema; la diabetes MODY. La diabetes MODY (Madurity onset diabetes of the Young) se trata de una diabetes tipo 2 de aparición en jóvenes (la tipo 2 simple aparece generalmente a partir de los 40 años). No presenta tendencia a la cetosis y se trata con antidiabéticos orales10.
L a causa primordial de la diabetes tipo 2 radica según se vio antes, en la una resistencia a la insulina, secundaria a la hiperglucemia (e hiperlipemia) crónica, pero no todos los obesos tienen el mismo grado de resistencia, ni dentro de los que la tienen todos presentan la misma disfunción de células beta. Por ello los factores genómicos, epigenéticos y ambientales deben ser considerados1.
Relación del sobrepeso en la edad adulta con el sobrepeso u obesidad infantil
Un niño se considera que es obeso cuando su peso sobrepasa el 20% de su peso ideal. La probabilidad de ser un adultos obeso cuando se ha sido un niño obeso es diferente según la edad de comienzo de dicha obesidad, siendo del 40% cuando la obesidad comienza entre los seis meses y los siete años de vida, y del 70% para los que empezaron con obesidad entre los 10 y los 13 años. Esta diferencia se explica porque las células que almacenan grasa se multiplican sobre todo en esta etapa de la vida (de 10 a 13 años)2.
Estos datos ponen de manifiesto el riesgo existente en tener problemas de sobrepeso u obesidad en la edad adulta cuando el peso en la infancia no es el adecuado. Siendo conocedores de los riesgos asociados a esta patología vamos a insistir en la importancia de una buena prevención con la que se adquieran hábitos de vida saludables tanto en alimentación como en actividad física.
Porque la obesidad, aparte del problema social que representa, supone un serio peligro para la salud, ya que eleva el riesgo de muerte prematura y está estrechamente relacionada con enfermedades del corazón y sistema circulatorio, enfermedades de la vesícula biliar, diabetes, etc.2
¿QUE ES LA PREVENCIÓN?
La Prevención de la Salud se define como cualquier medida que permita reducir la probabilidad de aparición de una afección o enfermedad o bien interrumpir o aminorar su progresión. Last, define la prevención como “Acciones orientadas a la erradicación, eliminación o minimización del impacto de la enfermedad y la discapacidad”11.
Prevención primaria: su objetivo es disminuir la probabilidad de aparición de la enfermedad, por lo que se quiere conseguir una reducción de la incidencia. Como acciones ejecutables a este nivel están la inmunización y la quimioprofilaxis tanto en niños como en adultos11. En el tema del presente trabajo, en este nivel entraría el ejercicio físico como medida de soporte para evitar futuros problemas que traería consigo el sedentarismo. Cuando los niños incluyen en su rutina diaria una alimentación adecuada y actividades deportivas disminuye la incidencia de patologías como las cardiorespiratorias, dislipemias, Diabetes Mellitus, síndrome metabólico, hígado graso, etc.
Los profesionales que trabajan directamente con niños (pediatras, enfermeros y profesores) han de desarrollar campañas de prevención, desarrollando actividades de apoyo, refuerzo e identificación de grupos de riesgo para una rápida identificación de estos menores.
Prevención secundaria: su objetivo es la interrupción o enlentecimiento de la progresión de la enfermedad después de que esté presente. Las dos grandes acciones que se realizan son el diagnóstico y tratamiento precoces para conseguir una disminución de la prevalencia11. Volviendo a nuestro enfoque, desde una perspectiva para disminuir la obesidad infantil, podemos incluir a este nivel tareas encaminadas a la detección de niños que presenten un elevado IMC (Índice de Masa Corporal) para tomar medidas y tratar de restablecer o de educar en una alimentación saludable y evitar el sedentarismo. Todo ello se ha de hacer desde los tres pilares básicos que son la familia, los centros de salud (pediatra y enfermería) y los colegios.
Prevención terciaria: su objetivo es retrasar el curso de la enfermedad y las discapacidades que pueda producir11. Quizá este nivel vaya más encaminado a adultos que ya presentan patologías crónicas debido a su situación de sobrepeso u obesidad.
En el presenta trabajo nos vamos a centrar principalmente en la prevención primaria y secundaria para realizar un análisis de la importancia de una educación en estilos de vida saludables, tanto en alimentación como en cuestiones de actividad física.
La prevención primaria y secundaria mediante la educación en temas de salud alimentaria y actividad física tiene como objetivo que los niños se vuelvan competentes para gestionar adecuadamente su propia alimentación y así gozar de un buen estado físico. Es importante capacitarles para que sean capaces de discernir qué alimentación, y que actividad física les conviene; y cómo repercuten estos dos factores en su salud general. Se trata de alejar a los niños de modelos sociales de alimentación inadecuados, generados muchas veces por intereses particulares; y de crear una actitud crítica que puedan utilizar para buscar lo más saludable y discernir la información correcta de la incorrecta4.
Para poder llevar a cabo una correcta prevención secundaria, o en otras palabras, para detectar de manera precoz estos niños y niñas con problemas de sobrepeso u obesidad, y tomar medidas en consecuencia, es importante que su entorno más cercano sepa detectarlo.
En este sentido sorprenden los datos arrojados por un estudio realizado sobre la percepción del sobrepeso y la obesidad que tienen los progenitores sobre sus hijos. Es un estudio trasversal con 1.620 niños de 3 a 16 años seleccionados en un muestreo por conglomerados. Del total de 1.620 encuestados, 824 (51,1%) presentaron normopeso, 263 (16,3%) sobrepeso y 191 (11,8%) obesidad, obteniéndose por tanto una sobrecarga ponderal en 454 (28,1%) niños6.
En los 454 niños con sobrepeso y obesidad, los padres percibieron en un 34,7% de los casos el sobrepeso y en un 72,3% la obesidad en sus hijos varones, mientras que en las niñas solo se percibió en un 10,8% y 53,8% respectivamente. Los padres obesos percibieron un 54,5% del sobrepeso y obesidad de sus hijos varones frente al 41,0% detectado por los padres con normopeso, y un 23,8% frente al 35,4% de la sobrecarga ponderal de sus hijas. Las madres obesas identificaron mejor la sobrecarga ponderal en sus hijos varones (57,7%) frente a las madres con normopeso (42,9%). En el caso de las niñas no existen diferencias en la percepción de sobrecarga ponderal entre las madres con sobrepeso (27,8%) y las madres con normopeso (26,1%)6.
Al analizar la percepción de sobrecarga ponderal dependiendo del nivel de cualificación profesional de los progenitores, se obtuvieron los mayores niveles de percepción en los directivos (47,1%) frente al 38,3% de los trabajadores no cualificados. En las madres se obtuvieron un 31,3% en directivas frente a un 40,3% en las amas de casa6.
Por otro lado se analizó el tiempo diario dedicado a actividades físicas activas (caminar, prácticas deportivas, etc.); fue de 83 minutos en varones con sobrecarga ponderal no percibida por sus progenitores y de 81 en los que si era percibida. En el caso de las niñas la actividad física fue de 69 y 74 minutos respectivamente. Con respecto a la intensidad del ejercicio físico sólo encontramos una mayor actividad física moderada (34,4%) cuando los progenitores identificaron la sobrecarga ponderal en sus hijas (frente al 30,8%) no observándose diferencias significativas en el caso del varón6.
Al considerar conjuntamente los criterios que determinaron el cumplimiento de las recomendaciones de actividad física (tiempo por intensidad), se observó cómo la percepción del sobrepeso y la obesidad aumentó su cumplimiento sólo en los niños de 3 a 6 años (77,3% vs 67,5 en los niños de 3-9 años, y un 55,6% frente al 47,5% en el caso de las niñas)6.
Los progenitores perciben el problema del sobrepeso y la obesidad de sus hijos en algo más de la tercera parte de los casos, siendo ésta percepción menor cuando la sobrecarga ponderal se da en las niñas. Parece existir consenso en el hecho de que si los progenitores son obesos tienen una mejor percepción de la sobrecarga ponderal en sus hijos, aunque sólo en el caso de sobrecarga ponderal en los niños varones. A diferencia de lo encontrado en otros estudios, en los participantes de este estudio, el nivel educativo de los padres aisladamente no mejora su nivel de percepción o identificación del sobrepeso y obesidad de sus hijos, observándose por el contrario una relación inversa6.
Uno de los datos más significativos es que, en contra de lo que cabría esperar, la percepción de los progenitores del sobrepeso y la obesidad de sus hijos no conlleva cambios de comportamiento en éstos en cuanto a un mayor cumplimiento de recomendaciones sobre actividad física, disminución del sedentarismo o mejora en los hábitos alimentarios. Tan sólo son los niños pequeños de 3-9 años los que sí presentan diferencias estadísticamente significativas en estos hábitos, quizás motivados por un mayor control y seguimiento por parte de los progenitores, principalmente la madre, o también por el hecho de que a partir de los 10 años, con el comienzo de la adolescencia, hay una situación de menor control de los padres hacia sus hijos y el seguimiento de unos hábitos de forma más independiente6.
Breve historia de la prevención en la infancia
La prevención de las enfermedades que aparecen en la edad adulta y de comienzo en las edades pediátricas en el marco del siglo XXI, no se pueden comprender sin el incremento profundo de la salud infantil acontecida en los países desarrollados durante el siglo precedente. El control de las enfermedades infecciosas, el mejor conocimiento de la nutrición, el seguimiento del desarrollo y la mejor atención a las enfermedades crónicas han propiciado un estado de salud en el niño y en el adolescente impensable sólo cien años antes o en los países en desarrollo en el momento actual. La creación de redes estatales de supervisión de salud o consultas para el niño sano no ha sido ajena a este logro1.
Las expectativas de crecimiento sano en un niño han aumentado exponencialmente gracias a la prevención primaria. En primer lugar establecer un pequeño enfoque sobre todos los ámbitos en los que se aprecian los beneficios de este progreso en cuestiones de prevención primaria:
Prevención de la obesidad en la infancia: escuela y familia como pilares fundamentales en la adquisición de hábitos saludables
Como hemos podido ver a lo largo de esta exposición, la obesidad infantil, tiene una relación directa con comportamientos adquiridos y aprendidos en la sociedad. Los más pequeños adquieren hábitos de las personas con las que conviven (familia) y del ámbito escolar (donde pasan gran parte del tiempo), por eso, es tan importante que la familia y la escuela tengan conductas de salud adecuadas en cuestiones de alimentación y de actividad.
Esto traerá consigo importantes beneficios de salud tanto individuales como de salud pública, y se verán reducidos los costes en patologías relacionadas, ya que la obesidad infantil, los malos hábitos alimentarios y el sedentarismo acarrearán en el adulto patologías importantes, muchas de ellas crónicas.
Uno de los pilares fundamentales para la prevención de la obesidad infantil son los buenos hábitos desde una temprana infancia. La implementación de hábitos saludables tanto alimentarios como aquellos que eviten la vida sedentaria y favorezcan el ejercicio físico. Por ello, un punto clave para conseguir esto es establecer una correcta conexión entre familia y escuela.
La familia debe establecer las guías necesarias para que el desarrollo del niño o niño sea integral, y abraque todos los ámbitos posibles. Los hábitos consolidados hacen que los niños vayan logrando más independencia, independencia que tiene que estar controlada por los adultos. Creer que un niño o niña con tres años, que come solo, lo podemos “abandonar” en este aprendizaje es un gran error. En las familias se debe fijar un horario para la actividad física4.
Sin olvidar que la escuela es un núcleo principal en la formación de las personas, y que tiene que existir una relación sólida, en todos los sentidos, con la familia. Por ello, es importante no saturar al alumno con actividades que no requieran movimiento. Estas actividades también son importantes pero hay que tener en cuenta que los niños y niñas deben jugar, ya que es necesario para ellos, y además a través del juego, y con el juego, también se prende4.
Factores responsables del aumento de la obesidad infantil
Algunos de los múltiples objetivos didácticos que nos podemos plantear a nivel escolar, y que pueden contribuir a la consecución de otros más generales como asentar hábitos saludables, son7:
EL DESAYUNO
Numerosos estudios realizados sobre hábitos de alimentación saludables apuntan al desayuno como una de las comidas fundamentales del día, y es más, cuando este no se lleva a cabo aparecen, con mayor frecuencia, problemas de sobrepeso. Un desayuno completo y saludable es aquel en el que se consumen: lácteos, cereales, frutas y todos sus derivados (Estrategia NAOS, 2007), incluyendo también grasas monoinsaturadas, en proporción no elevada, muy abundante en el aceite de oliva. Debiendo evitarse alimentos con abundante grasas trans y saturada.
Según datos obtenidos del Proyecto “Mi cuerpo sano comiendo y jugando” observamos que un 40% del alumnado en general no desayunaba nada en casa. Del otro 60%, aproximadamente la mitad solamente tomaba un lácteo. Siendo el 30% los que realmente hacían un desayuno consistente. Respecto a la frecuencia en el desayuno un 70% alego falta de tiempo, y el otro 30% la inapetencia. Y Solamente un 2% del alumnado no tomaba nada ni en el desayuno de casa ni en el recreo. Lo que llevo a analizar los porqués, siendo el resultado cuestiones económicas y familiares. En las encuestas de familias hubo una generalización que destacó por encima de las demás y era que “no les gusta la leche”. Alrededor del 80% de las familias que respondieron que sus hijos o hijas no tomaban desayuno era por este motivo4.
En base a los datos obtenidos, en este mismo proyecto, también se llevó a cabo una encuesta sobre la actividad física extraescolar realizada por estos mismos niños respecto a cantidad, frecuencia y variedad. Los resultados mostraron que el alumnado sí practicaba algún deporte extraescolar, pero con una media de 2 días por semana, y solamente 1 hora al día. La curiosidad principal era la gran cantidad de actividades que realizaba el alumnado que no implicaba ninguna actividad física4.
El desayuno es la primera comida del día, tomada antes de empezar la actividad diaria, proporciona entre el 20 y 35 % del total de las necesidades de la energía que se necesita a lo largo del día. La falta de esta ingesta produce un descenso gradual de glucosa, que puede interferir en diversos aspectos de las funciones cognitivas, como la atención y la memoria activa5.
En apartados anteriores vimos los diferentes nutrientes que deben ser incluidos en una dieta equilibrada, pues bien, muchos de estos nutrientes que proporcionan los alimentos, entre los que se encuentren los lácteos, los cereales, las frutas, y todos sus derivados entran en una proporción elevada en los componentes del desayuno completo y saludable5.
CONCLUSIONES
El tema de la obesidad infantil es un tema de especial importancia en nuestros días. Tras la realización de este trabajo he podido acercarme más a esta problemática y ver cuáles son algunas de las causas, consecuencias y soluciones de la misma.
Digo que este problema cobra especial importancia en la sociedad actual porque la falta de tiempo nos lleva a un consumo excesivo de alimentos precocinados y a recurrir con demasiada frecuencia a la tan conocida “comida rápida”. A su vez, nuestra cultura, ha tenido en el último siglo importantes cambios que contribuyen, en muchas ocasiones, a empeorar el problema. El cambio que más afecta es el referente a los roles familiares, principalmente el nuevo rol que adopta la mujer como trabajadora fuera del hogar, a la vez que trae consigo beneficios también plantea ciertos inconvenientes. Y por estas, y otras circunstancias, los padres recurren a comidas poco saludables sin darse cuenta de la cantidad de calorías vacías que están aportando a sus hijos. Y estos alimentos no sólo son perjudiciales por ser hipercalóricos sino también porque los nutrientes que contienen son, en muchos casos, perjudiciales para la salud.
Una alimentación desequilibrada y el sedentarismo van a aumentar considerablemente el riesgo de que los niños padezcan ciertas enfermedades en la edad adulta. La hipertensión, la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, el hígado graso no alcohólico son alguna de estas patologías. El desarrollo de una enfermedad crónica es de suficiente importancia como para que tomemos conciencia ya, y pongamos soluciones para evitar los factores de riesgo desencadenantes de las mismas, ya que muchos de ellos los podemos modificar mejorando nuestro estilo de vida.
La prevención es esencial para que las familias y los profesores tomen las riendas de la salud de los menores en temas de alimentación y de actividad física. Me parece fundamental que estas dos grandes instituciones implanten programas de prevención que minimicen el riesgo de padecer sobrepeso u obesidad, ya que, son los dos pilares fundamentales que sustenta la educación de los más pequeños.
Las comidas que realizamos a los largo del día obedecen a factores culturales, tradiciones, costumbres, conductas, que generan y desembocan en hábitos alimenticios, no coincidentes, en muchas ocasiones, con estilos de vida saludables. Lo mismo ocurre con el desayuno, principal comida del día. Me han sorprendido negativamente los resultados que se han obtenido sobre la falta de consistencia en el mismo. Me gustaría incidir en este punto, ya que, es fundamental realizar un buen aporte de energía para comenzar el día, no sólo porque nos pone en marcha, sino también como eslabón fundamental en la prevención del sobrepeso y la obesidad. Y no debemos olvidar que si los niños comienzan a adquirir hábitos en edades tempranas estos perdurarán a lo largo de la vida influyendo, por consiguiente, en la alimentación cuando sean adultos.
Para poder realizar todos estos cambios considero la atención primaria como la ventana desde la que poder hacerlo. Desde mi punto de vista creo que se debería invertir mucho más en temas de educación para la salud en las comunidades, educación que llegue a más cantidad de colectivos, porque con ello, se ganaría en salud pero no sólo en eso, las comunidades tendrían un mayor nivel de bienestar y económicamente repercutiría de manera positiva en la salud pública. Por eso, aunque en un primer momento supusiera un gasto a la larga se convertiría en beneficios.
La resistencia al cambio de los estilos de vida puede ser modificada por procesos de enseñanza-aprendizajes específicos, pertinentes y adecuados. Además podemos hacer atractivo el cambio, para ello sería eficaz si implantamos una propuesta de alimentación saludable a través de un juego, para que de una forma motivante nuestros jóvenes empiecen a cuidarse desde pequeños.
Bibliografía