Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son desde su creación un eslabón de vital importancia en la atención del niño críticamente enfermo. En 1993 la Asociación Americana de Pediatría junto con la sección de pediatría de la Sociedad de Cuidado Crítico en Medicina, crearon una Guía para el diseño de Unidades de Cuidado Crítico en Pediatría (UCIP), considerándose aspectos tanto organizativos como estructurales. Dichas guías han sido revisadas y actualizadas en varias ocasiones. Un aspecto importante a considerar es el análisis y estudio de la oxigenoterapia como herramienta fundamental para el tratamiento de la insuficiencia respiratoria. También el empleo de la anestesia neonatal pues una de las tareas más complicadas a las que un anestesista puede confrontarse es la de proveer una anestesia segura y eficiente para la cirugía en un recién nacido. Los pacientes neonatos que son intervenidos a menudo presentan problemas que se acompañan de múltiples dificultades médicas. Por otro lado la realización de una ostomía es un tratamiento que aunque es altamente eficaz, requiere una agresión física y psíquica que supone un gran impacto en la vida diaria del paciente, al afectar a la integridad corporal, a la capacidad funcional y de relación, a la calidad de vida y a la propia imagen del mismo. En la edad infantil, la actitud y respuesta que tengan los padres a la situación del niño va a condicionar gravemente la respuesta del mismo. El profesional de enfermería debe realizar una función docente con la unidad familiar para facilitar la adaptación a la nueva situación y minimizar la alteración de su vida cotidiana. Finalmente analizaremos el reflujo vésicoureteral como la uropatía más frecuente en la población pediátrica, patología con un gran polimorfismo y por tanto, muy dada a controversias.
Existe una simbiosis evidente entra la medicina intensiva de adultos y la pediátrica. Las UCIP han ido absorbiendo bagaje y experiencias de las UCI de adultos, modificando y adaptando protocolos, ajustando técnicas y diseñando materiales apropiados al múltiple abanico de edades, tamaños y pesos que abarca la edad infantil. Pero, en la actualidad, también se puede afirmar que, a través de «nuestros niños», en las UCI de adultos se han desarrollado nuevas y actuales técnicas como las que analizamos en este número de Npunto.
El intensivista pediátrico no puede obviar entender al niño en su condición de ser concreto que pertenece a una familia y un grupo social, en resumen un ser histórico en el sentido individual y social. Es preciso potenciar, en la mayor medida posible, la humanización de la asistencia intensiva al niño para contrarrestar la frialdad inherente a la UCIP y unida al desarrollo tecnológico. La colaboración de los padres deberá ser cada vez mayor, permitiendo su entrada libre en la UCI y su colaboración en pequeñas actividades que los vinculen, en la medida de lo posible, con el tratamiento de su hijo.
En Estados Unidos, la especialización en cuidados intensivos pediátricos tiene la categoría de subespecialidad, reconocida por el American Board of Medical Specialities, disponiendo de una gran vitalidad tanto asistencial como académica. En España, la Asociación Española de Pediatría y la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias están trabajando en la línea de que, respetando la titulación básica (pediatra), los profesionales que así lo acrediten tengan un reconocimiento gubernamental para lograr el objetivo de promover el desarrollo de la especialidad y evitar el vacío existente en este tema.
Rafael Ceballos Atienza,
Director NPunto