Nuria Fernández García
Facultativo Especialista de Área del Servicio de Radiodiagnóstico de la Fundación Hospital de Jove (Gijón-Asturias).
El reflujo vésicoureteral es la uropatía más frecuente en la población pediátrica (0,4-1,8%). Es una patología con un gran polimorfismo y por tanto, muy dada a controversias.
La severidad del mismo se correlaciona con el riesgo de desarrollar cicatrices renales permanentes que pueden producir serias secuelas posteriormente como hipertensión, proteinuria y en etapa terminal insuficiencia renal. Su diagnóstico temprano y tratamiento ayudan a reducir sus complicaciones.
Hay múltiples puntos de vista médicos con diferentes enfoques diagnósticos y terapéuticos. Durante años la cistografía representaba el estudio inicial en niños con infección de orina para la valoración anatómica y el diagnostico de patologías asociadas. El avance de la medicina nuclear y de pruebas menos invasivas, además de los nuevos conocimientos han promovido una modificación de los protocolos.
El primer método diagnóstico a realizar ante alteraciones prenatales o infección urinaria es la ecografía abdominal. Se han realizado diferentes estudios correlacionando hallazgos ecográficos y la presencia de reflujo en la cistografía, considerada el gold estándar, llegando a resultados no concluyentes.
Los criterios ecográficos para determinar que pacientes deberían realizar una cistografía son todavía fuente de discusión en la bibliografía pediátrica. Sobre todo están basados en el estudio del tamaño de la pelvis renal y el “jet” ureteral.
En nuestra experiencia, hemos observado una importante correlación entre la presencia de varios signos ecográficos y la confirmación mediante cistografía del reflujo.
Valorando además que la resolución espontánea del reflujo ocurre en el 18-90% de los casos con grados I-III y que tampoco se ha demostrado una reducción significativa del mismo con la antibioterapia, se tiende al seguimiento de estos pacientes en el tiempo.
Por tanto, dado que los expertos se inclinan cada vez más al control de imagen de los pacientes mediante pruebas menos invasivas, pensamos que éste pueda ser llevado, valorado cada caso individual, mediante ecografía sin la necesidad de realizar en un primer momento la cistografía para diagnosticarlo. Si esto fuera demostrado, se podría evitar la cistografía, que es una prueba invasiva (utiliza radiación ionizante) y debe restringirse a los casos estrictamente necesarios.
En éste trabajo definimos una serie de criterios ecográficos, que en la experiencia de radiólogos pediátricos, se asocian con frecuencia a la presencia de reflujo y correlacionamos con los hallazgos en cistografía para comprobar si son útiles para el diagnóstico del reflujo o sólo debe ser utilizado como prueba complementaria y de seguimiento.
El reflujo vésico-ureteral es un proceso heterogéneo que se define como el paso retrógrado, no fisiológico, de la orina desde la vejiga al uréter. Se clasifica en:
RVU primario |
RVU secundario |
Anomalía congénita de la unión vésico-ureteral |
Obstrucción uretral Válvulas Estenosis Pólipos |
|
Alteración unión vésico-ureteral Divertículo Duplicación ureteral Ureterocele |
|
Desorden funcional de la vejiga Inmadurez vesical Disinergia vésicoureteral |
|
Vejiga neurógena |
|
Infección del tracto urinario |
El mecanismo valvular normal de la unión uréterovesical se debe a la entrada oblicua del uréter en la vejiga y a la existencia de un trayecto intramural ureteral de longitud adecuada, especialmente en el segmento submucoso. La longitud de éste último crece con la edad, triplicándose entre el nacimiento y los 12 años, aumentando así la relación entre la longitud del túnel submucoso y el diámetro ureteral, haciendo menos probable la incompetencia del mecanismo valvular.
Éste mecanismo en primera instancia es pasivo, aunque hay un componente activo debido a los músculos longitudinales uréterotrigonales y al peristaltismo ureteral.
Se cree que el reflujo vésico-ureteral (RVU) se debe a una deficiencia o inmadurez de la musculatura longitudinal de uréter submucoso (1).
La prevalencia del RVU es de 0,5% a 2% en la población pediátrica. Un 0,4% a 1,8% de los niños sin historia de infección urinaria tienen RVU y en el grupo con infección urinaria la incidencia es de 30-50%.
La incidencia de reflujo es mayor en niñas excepto en el grupo de recién nacidos. En las series clínicas de RVU el 50% son menores de 3 años.
El riesgo acumulativo durante la infancia de infección del tracto urinario (ITU) es de 8% en niñas y 2% en niños. El RVU se detecta en el 30-40% de niños y niñas menores de 2 años tras su primera ITU y en el 20-25% de niñas escolares con ITU recurrente. La recurrencia es frecuente (15-20%), especialmente en el primer año tras el episodio inicial, aumentando el riesgo con el número de episodios previos (hasta el 60-75% de los casos con tres o más episodios) (2).
Tiene una tendencia familiar, encontrándose en un 30 a 35% en el estudio de hermanos con RVU, aumentando en un 50% en hermanos menores de un año. En éste grupo sólo el 5% presentan daño renal al momento del diagnóstico.
Presentan reflujo cerca del 60% de los hijos de padres con reflujo, especialmente en el caso de madres con RVU y es más frecuente en la población blanca. Esto apoya la teoría de una transmisión genética ligada al X, de expresión variable, sin descartarse interacciones ambientales.
Se ha definido la edad media de desaparición de RVU entre los 4,6 y los 6,8 años. En niñas de 10 años de edad se resuelven espontáneamente casi la totalidad de los grados bajos antes de los 13 años y sólo el 50% de los niños cumplen ésta condición. Para los grados III y IV no se observa resolución espontánea en casi ningún caso a ésta edad.
Knudson publica recientemente una tasa de resolución del RVU del 60% (80% para el grado I, 68% para el grado II, 45% para el III y 17% para los grados IV y V) siendo el grado inicial, la edad, la capacidad vesical al diagnóstico y la historia de hidronefrosis prenatal factores pronósticos independientes para la resolución del RVU (3).
1- Valoramos los diámetros de las pelvis de cada paciente en sentido ántero-posterior y transversal; usando el primero de ellos como uno de nuestros criterios principales, dado que es el más estudiado en la literatura.
Fig 1. Medida de los ejes de la pelvis renal
2- El diámetro ureteral se obtuvo midiendo el máximo calibre observado en la exploración, en sentido transversal y en su localización retrovesical.
Fig 2. Medida del diámetro ureteral
3- Otro de los criterios principales incluye la presencia o ausencia de dilatación de los cálices.
Fig 3. Ejemplo de dilatación calicial
4- En la valoración del aumento de la peristalsis normal del uréter consideramos necesario que se lleve a cabo por radiólogos pediátricos con experiencia.
Fig 4. Ejemplo de peristalsis ureteral
5- El engrosamiento del urotelio es otro factor que necesita de la experiencia del examinador para su valoración.
Fig 5. Presencia de engrosamiento del urotelio
6- Incluimos en el estudio el volumen renal como criterio secundario. Los ejes medidos en los tres planos del espacio según el ejemplo siguiente:
Fig 6. Volumen renal.
A todos nuestros pacientes se les realizó un doble estudio, usamos a la cistografía como “gold standard” definiendo los grados de reflujo que presentaron mediante el Sistema Internacional de Gradación del Reflujo Vésicoureteral ( 1985 R.L. Lebowitz et al).
Fig 7. Ejempos: 1- reflujo grado I derecho y grado IVb izquierdo. 2- Grado Vc derecho y Vb izquierdo
La CUMS se realizó según la técnica estándar, llenando la vejiga con medio de contrate a través de sonda vesical de 5 a 8 F.
Se realizó inicialmente un análisis estadístico de cada una de las variables estudiadas.
Se analizaron todas las variables de modo independiente, para intentar encontrar correlaciones entre ellas y la cistografía miccional utilizando el test Chi-cuadrado y la prueba T de Student-Fisher para datos independientes. Se admitió como estadísticamente significativo un p menor de 0,05.
Posteriormente se buscaron correlaciones significativas entre las variables, de forma agrupada, y se determinó la capacidad global diagnóstica de la prueba mediante curvas COR.
SEXO Y EDAD
Los 30 pacientes presentaban edades comprendidas entre los 0,7 y 108 meses, con una edad media de 33,67 meses.
Se clasificó la mediada de la pelvis en 4 grupos:
Se realizó una correlación entre el grado de dilatación pélvica y la presencia o no de reflujo en cada unidad renal (60 unidades).
En las unidades renales que presentaban refujo (31):
En las unidades renales que no presentaban reflujo se valoró, asi mismo, el diámetro ántero-posterior de la pelvis:
Para describir la relación entre el tamaño del uréter retrovesical se obtuvo el mayor diámetro observado durante la exploración. Se establecieron dos grupos según presentasen un diámetro ureteral menor de 3 milímetros (considerado normal) o mayor o igual a 3 milímetros (aumentado según la literatura).
De los pacientes con reflujo (31) 7 presentaron un diámetro menor de 3mm (22,58%) y 24 tenían un diámetro mayor o igual a 3mm (77,42%).
De los 29 pacientes que no presentaban reflujo 17 mostraban un tamaño ureteral normal (58,62%) y 12 un diámetro aumentado (41,38%).
De las 31 unidades renales que presentaban reflujo, en 23 se objetivaba el urotelio (74%).
Se objetivo peristalsis aumentada en 38 pacientes, de los cuales 12 no presentaban reflujo y 26 si lo presentaban.
De 22 pacientes con peristalsis normal 20 no presentaban reflujo.
La presencia de cálices dilatados se observó en 13 pacientes con presencia de reflujo y en 4 que no lo presentaron.
Los cálices se definieron como normales en 18 pacientes con reflujo y en 25 sin reflujo.
De los 30 pacientes en 13 de ellos se presentaba reflujo en una unidad renal y en la otra no. Se calculó el volumen en centímetros cúbicos en cada una de ellas intentando encontrar una correlación entre la presencia de reflujo y el menor tamaño renal.
GRADOS DE REFLUJO |
SIN DILATACIÓN |
DILATACIÓN LEVE |
DILATACIÓN MODERADA |
DILATACIÓN SEVERA |
Sin reflujo |
18 |
8 |
1 |
2 |
Grado I |
0 |
2 |
0 |
1 |
Grado II |
0 |
3 |
2 |
1 |
Grado III |
2 |
3 |
4 |
3 |
Grado IV |
0 |
1 |
1 |
4 |
Grado V |
0 |
0 |
1 |
3 |
Tabla 2. RELACIÓN ENTRE LOS GRADOS DE REFLUJO EN LA CISTOGRAFÍA Y EL TAMAÑO DE LA PELVIS
De los 30 pacientes estudiados 5 presentaban doble sistema, en todos ellos se objetivo reflujo. En dos de ellos se observó reflujo a los dos pielones (de diferente grado en cada uno de ellos) y en los otros 3 sólo se observó reflujo a un pielon. En todos ellos hubo una concordancia muy buena con los datos ecográficos.
Se analizaron todas las variables de modo independiente, para intentar encontrar asociaciones entre ellas y la presencia de reflujo en la cistografía, utilizando el test Chi-cuadrado de Pearson, y cuándo éste no mostraba relación estadísticamente significativa, se comprobó mediante la prueba T de Student. Se admitió como estadísticamente significativo una p menor de 0,005.
Analizados los volúmenes renales de los pacientes con reflujo unilateral (13), no se encontró relación estadísticamente significativa (p menor de 0,005) que demostrara menor volumen del riñón afecto que del sano.
Tabla 3. Prueba T Student
|
|||||||||
Prueba de Levene para la igualdad de varianzas |
Prueba T para la igualdad de medias |
|
|||||||
|
|
95% Intervalo de confianza para la diferencia |
|
||||||
F |
Sig. |
t |
gl |
Sig. (bilateral) |
Diferencia de medias |
Error típ. de la diferencia |
Inferior |
Superior |
|
2,353 |
,137 |
,741 |
27 |
,465 |
2,70938 |
3,65642 |
-4,79299 |
10,21174 |
|
|
|
,764 |
26,816 |
,451 |
2,70938 |
3,54412 |
-4,56490 |
9,98365 |
|
Para intentar conseguir resultados estadísticamente significativos, agrupamos los datos según la clasificación descriptiva que hicimos de los diámetros ántero-posteriores.
|
Valor |
gl |
Sig. asintótica (bilateral) |
Chi-cuadrado de Pearson |
21,071(a) |
3 |
,000 |
Razón de verosimilitudes |
23,589 |
3 |
,000 |
Asociación lineal por lineal |
18,347 |
1 |
,000 |
N de casos válidos |
60 |
|
|
El valor de p< 0,001 confirma la relación estadísticamente significativa entre el aumento de la peristalsis normal ureteral y la presencia de reflujo en la cistografía. Tabla 5.
|
Valor |
gl |
Sig. asintótica (bilateral) |
Sig. exacta (bilateral) |
Sig. exacta (unilateral) |
Chi-cuadrado de Pearson |
11,650(b) |
1 |
,001 |
|
|
Corrección por continuidad(a) |
9,892 |
1 |
,002 |
|
|
Razón de verosimilitudes |
12,131 |
1 |
,000 |
|
|
Estadístico exacto de Fisher |
|
|
|
,001 |
,001 |
Asociación lineal por lineal |
11,455 |
1 |
,001 |
|
|
N de casos válidos |
60 |
|
|
|
|
Ante la obtención en la prueba Chi-cuadrado de Pearson de una p de 0,152 (no significativa) realizamos la prueba T de Student para confirmarlo, obteniendo una confirmación de la no asociación (Sig. 0,157). Tabla
|
Valor |
gl |
Sig. asintótica (bilateral) |
Sig. exacta (bilateral) |
Sig. exacta (unilateral) |
Chi-cuadrado de Pearson |
2,050(b) |
1 |
,152 |
|
|
Corrección por continuidad(a) |
1,251 |
1 |
,263 |
|
|
Razón de verosimilitudes |
2,098 |
1 |
,147 |
|
|
Estadístico exacto de Fisher |
|
|
|
,213 |
,132 |
Asociación lineal por lineal |
2,016 |
1 |
,156 |
|
|
N de casos válidos |
60 |
|
|
|
|
|
Valor |
gl |
Sig. asintótica (bilateral) |
Sig. exacta (bilateral) |
Sig. exacta (unilateral) |
Chi-cuadrado de Pearson |
4,207(b) |
1 |
,040 |
|
|
Corrección por continuidad(a) |
3,210 |
1 |
,073 |
|
|
Razón de verosimilitudes |
4,255 |
1 |
,039 |
|
|
Estadístico exacto de Fisher |
|
|
|
,068 |
,036 |
Asociación lineal por lineal |
4,137 |
1 |
,042 |
|
|
N de casos válidos |
60 |
|
|
|
|
|
Valor |
gl |
Sig. asintótica (bilateral) |
Sig. exacta (bilateral) |
Sig. exacta (unilateral) |
Chi-cuadrado de Pearson |
15,017(b) |
1 |
,000 |
|
|
Corrección por continuidad(a) |
13,081 |
1 |
,000 |
|
|
Razón de verosimilitudes |
15,720 |
1 |
,000 |
|
|
Estadístico exacto de Fisher |
|
|
|
,000 |
,000 |
Asociación lineal por lineal |
14,766 |
1 |
,000 |
|
|
N de casos válidos |
60 |
|
|
|
|
|
|
PELVIS_GRUPOS |
||||
|
|
Normal |
Dilatacion leve |
Dilatacion moderada |
Dilatacione severa |
|
Recuento |
PERISTALSIS |
Normal |
14 |
4 |
2 |
2 |
|
|
Aumentada |
5 |
13 |
8 |
12 |
|
Total |
19 |
17 |
10 |
14 |
|
% de PERISTALSIS |
PERISTALSIS |
Normal |
63,6% |
18,2% |
9,1% |
9,1% |
|
|
Aumentada |
13,2% |
34,2% |
21,1% |
31,6% |
|
Total |
31,7% |
28,3% |
16,7% |
23,3% |
|
% de PELVIS_GRUPOS |
PERISTALSIS |
Normal |
73,7% |
23,5% |
20,0% |
14,3% |
|
|
Aumentada |
26,3% |
76,5% |
80,0% |
85,7% |
|
Total |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
Dado que en nuestro análisis estadístico el diámetro ántero-posterior de la pelvis se postula como el criterio con mayor sensibilidad y especificidad diagnóstica, relacionamos con él los otros criterios estadísticamente significativos para intentar demostrar que su presencia aumenta la sensibilidad diagnóstica.
Se demuestra que el 31,6% de los pacientes con peristalsis aumentada presentan un DAP >15mm, mientras que el 13,2% corresponde a diámetro pélvico normal. (Chi-cuadrado de Pearson de 0,001). Tabla 9.
|
|
PELVIS_GRUPOS |
||||
|
|
Normal |
Dilatación leve |
Dilatación moderada |
Dilatación severa |
|
Recuento |
UROTELIO |
No visible |
18 |
9 |
1 |
2 |
|
|
Visible |
1 |
8 |
9 |
12 |
|
Total |
19 |
17 |
10 |
14 |
|
% de UROTELIO |
UROTELIO |
No visible |
60,0% |
30,0% |
3,3% |
6,7% |
|
|
Visible |
3,3% |
26,7% |
30,0% |
40,0% |
|
Total |
31,7% |
28,3% |
16,7% |
23,3% |
|
% de PELVIS_GRUPOS |
UROTELIO |
No visible |
94,7% |
52,9% |
10,0% |
14,3% |
|
|
Visible |
5,3% |
47,1% |
90,0% |
85,7% |
|
Total |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
En el 40% de los pacientes con urotelio engrosado el DAP es mayor de 15mm, mientras que en el 3,3% es normal (Chi-cuadrado de Pearson 0,000). Tabla 10.
|
|
PELVIS_GRUPOS |
||||
|
|
Normal |
Dilatación leve |
Dilatación moderada |
Dilatación severa |
|
|
URETERES_GRUPOS |
Normal |
15 |
5 |
4 |
3 |
|
|
Aumentado |
4 |
12 |
6 |
11 |
|
Total |
19 |
17 |
10 |
14 |
|
|
URETERES_GRUPOS |
Normal |
55,6% |
18,5% |
14,8% |
11,1% |
|
|
Aumentado |
12,1% |
36,4% |
18,2% |
33,3% |
|
Total |
31,7% |
28,3% |
16,7% |
23,3% |
|
|
URETERES_GRUPOS |
Normal |
78,9% |
29,4% |
40,0% |
21,4% |
|
|
Aumentado |
21,1% |
70,6% |
60,0% |
78,6% |
|
Total |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
Se pone de manifiesto que el 33,3% de los uréteres con diámetro transversal mayor de 3mm presentan una dilatación pélvica severa, mientras que con pelvis normal sólo están aumentados en un 12,1%. Prueba de Chi-cuadrado con p de 0,003 (significativa). Tabla 11.
|
|
PELVIS_GRUPOS |
||||
|
|
Normal |
Dilatación leve |
Dilatación moderada |
Dilatación severa |
|
Recuento |
CISTOGRAFIA |
No reflujo |
17 |
7 |
3 |
2 |
|
|
Reflujo |
2 |
10 |
7 |
12 |
|
Total |
19 |
17 |
10 |
14 |
|
% de CISTOGRAFIA |
CISTOGRAFIA |
No reflujo |
58,6% |
24,1% |
10,3% |
6,9% |
|
|
Reflujo |
6,5% |
32,3% |
22,6% |
38,7% |
|
Total |
31,7% |
28,3% |
16,7% |
23,3% |
|
% de PELVIS_GRUPOS |
CISTOGRAFIA |
No reflujo |
89,5% |
41,2% |
30,0% |
14,3% |
|
|
Reflujo |
10,5% |
58,8% |
70,0% |
85,7% |
|
Total |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
100,0% |
Chi-cuadrado de 0,000
Se demuestra que dada la significación estadística se podrían agrupar la dilatación leve y moderada pues las mayores diferencias y relaciones se establecen entre éstas y la severa. Tabla 12.
El diámetro pélvico se representa en morado, observándose que las demás variables siguen una distribución bastante semejante, agrupándose sus valores en torno a los de la pelvis. Fig 16
Para el cálculo de la curva COR cuando analizamos independientemente los valores de la pelvis obtenemos un punto 17,6mm a partir del cual la sensibilidad es del 25,8% y la especificidad es del 100%.
El área bajo la curva que estima la capacidad global diagnóstica de la prueba adjudica un valor del 84,3% al diámetro de la pelvis renal.
Si introducimos las otras variables, que son estadísticamente significativas, todas ellas obtienen una buena capacidad diagnóstica, aumentando a un máximo de 86,5% la capacidad global diagnóstica de los criterios propuestos.
En éste estudio se han valorado distintos datos de 30 pacientes con diagnóstico ecográfico de reflujo vésico-ureteral realizados en el Hospital Universitario Central de Asturias, entre el 1 de Enero de 2010 hasta el 31 de Abril de 2010.
Así mismo se les realizó cistografía miccional, en el mismo servicio, y se considero a ésta el “gold standard” del estudio.
Los 30 pacientes presentaban edades comprendidas entre los 0,7 y 108 meses y la distribución según el sexo de los pacientes fue de 14 niñas y 16 niños.
En éste trabajo se intenta demostrar que la presencia de unos criterios ecográficos permiten diagnosticar la presencia de reflujo vésicoureteral con una sensibilidad y especificidad alta. Así mismo cuántos más criterios se presenten en un paciente la significación estadística será mayor.
Se valoró el diámetro ántero-posterior de la pelvis, agrupando los datos basándonos en la clasificación de La Sociedad Americana de Urología Fetal que es la única validada en la literatura:
Un estudio comparó la presencia de reflujo en ecografía y cistografía valorando la dilatación ureteral usando nuestras mismas medidas. Obtuvieron que un uréter distal de más de 3,5 mm predecía RVU con una sensibilidad del 0,63% y una especificidad del 0,78%. En los grado III-IV eran de 0,78 y 0,77 respectivamente. El valor predictivo negativo de una medida <3,5 mm en excluir reflujo fue 0,96. Hubo tres unidades renales con diámetro del uréter mayor de 3,5 mm que no presentaban reflujo. Esto apoya el resultado estadísticamente positivo de nuestro estudio (38).
En cuanto a la valoración de dilatación calicial, peristalsis aumentada y urotelio engrosado clasificamos a nuestros pacientes en dos grupos: los que lo presentaban y los que no.
Diversos estudios han demostrado la existencia de RVU en un alto porcentaje de lactantes con ecografías postnatales normales. Zerin et al (44). Observaron que el 32% de los lactantes con hidronefrosis prenatal y otras anomalías renales tenían reflujo a pesar de que no presentaran hidronefrosis en la ecografía posnatal.
Otros estudios han sugerido que la presencia de dilatación de los cálices puede tener un valor predictivo sobre la existencia de patología subyacente, pero que la dilatación sólo de la pelvis no (45).
Thomas et al sugieren que con un diámetro anteroposterior de la pelvis renal menor de 15mm sólo necesitaríamos realizar una cistografía si aumenta el diámetro de la pelvis, hay dilatación calicial o el paciente sufre una infección urinaria, minimizando así el riesgo de infradiagnosticar el reflujo. Por lo tanto esto apoya a que podamos realizar un seguimiento ecográfico de éstos pacientes, como es nuestro objetivo sin realizar de inicio una cistografía.
La tendencia actual se refleja en los trabajos siguientes: Peña Carrión et al. (46) recomiendan realizar dos ecografías en el primer mes de vida y solicitar una cistografía si persiste la ectasia.
Ismaili et al (47) no creen justificada la práctica de una cistografía si la morfología del tracto urinario es normal en dos ecografías sucesivas.
En los casos en los que no consta la existencia de una malformación del tracto urinario asociada y no existe deterioro de la función renal, utilizamos la denominación de ectasia renal simple ante pelvis ≤ 15mm observándose una desaparición del 56% en un año y al cabo de tres, lo hacen el 80% de los RVU.
Algunos autores promueven que si el diámetro longitudinal pélvico se sitúa entre 1 y 2 cm y la osmolaridad urinaria es normal se pautaría profilaxis y se realizaría control ecográfico. Si los parámetros ecográficos se mantienen retiraríamos la profilaxis. Si empeora recomiendan solicitar cistografía. Si la ectasia se encuentra en 2 cm con anormalidad del tracto urinario o alteración de la función renal recomiendan cistografía de inicio.
Scheneider et al. compararon la cistografía con ecografía, el reflujo se diagnosticó en base a la dilatación de la pelvis o visualización del uréter en el espacio retrovesical durante el llenado vesical, tras el mismo o mientras. Éstos métodos fueron sensibles para altos grados de reflujo pero limitados en el diagnóstico de los de bajo grado.
La mayoría de los artículos revisados en la literatura que hacen referencia al tamaño renal analizan series retrospectivas sin un apropiado grupo control ni seguimiento prolongado. Dado que además el volumen depende del efecto compensador del riñón sano y de malformaciones asociadas; además de infecciones no asociadas a reflujo, no hay un estudio con datos concluyentes. Nuestro estudio tampoco obtiene una relación significativa entre los distintos tamaños renales en niños con reflujo asimétrico, que puede ser debido al escaso número de pacientes y al no seguimiento de los mismos.
Estudios que únicamente valoraban la hidronefrosis o hidrouréter como alteración aislada en la ecografía demostraban sensibilidad en el diagnóstico de reflujo. Si unían dilatación pélvica y presencia de doble sistema aumentaba la incidencia. Todos los pacientes con doble sistema de nuestro estudio presentaban reflujo vésicoureteral.
Hay datos radiológicos de cicatrices renales en un 30-60% de niños con RVU, estando presente éste en prácticamente todos los niños con cicatrices renales severas. No encontramos presencia de las mismas en nuestros pacientes en la valoración ecográfica.
Sólo se ha encontrado un estudio que haga referencia al engrosamiento ureteral en pacientes con reflujo aunque no lo consideran específico, si lo tratan como sugestivo. Nuestro estudio concluye una relación significativa del mismo. Creemos que éste criterio necesita de la evaluación por parte de un radiólogo con experiencia.
No hay un estudio en la literatura que analice la relación significativa entre la presencia de peristalsis aumentada y el reflujo. Consideramos la experiencia del observador criterio indispensable para valorar este hallazgo menos objetivo.
Pese a estudios en contra, la ecografía permanece como rutina para evaluación de la primera ITU porque pude despistar anormalidades estructurales como tamaño asimétrico renal, hidronefrosis y doble sistema. El bajo rendimiento en estudios sobre ecografía también se basa en la gran calidad de la ecografía prenatal que detecta severas anormalidades y son tratadas inmediatamente tras nacimiento no dejando que ocurra el primer episodio de ITU.
- En nuestro medio, la ecografía urológica constituye una herramienta diagnóstica de primera línea en el despistaje de anomalías urinarias y en la evaluación de pacientes con reflujo vésico-ureteral.
- Los resultados de nuestro estudio son coincidentes con los de varios trabajos actuales que correlacionan la medida del diámetro antero-posterior de la pelvis y el diámetro ureteral con la presencia de reflujo, cada uno de forma individual.
- Existe relación entre el hallazgo ecográfico de urotelio engrosado y peristalsis aumentada con la presencia de reflujo en la cistografía. No hay estudios estadísticos que correlacionen la dilatación calicial, la presencia de urotelio engrosado y la peristalsis ureteral con la demostración de reflujo en la cistografía. Nosotros hemos encontrado relación significativa en todos ellos salvo en la dilatación calicial.
- No encontramos relación entre los volúmenes renales y la presencia de reflujo. Tampoco se describe en la bibliografía estudiada.
- La presencia de más de tres criterios ecográficos principales, que describimos, se correlacionan en alto grado con la presencia de reflujo vésicoureteral y cuántos más se presenten mayor será la relación.
- Se puede recomendar, por tanto la valoración de éstos niños inicialmente con ecografía sin necesidad de realizar cistografía.
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