Ana María Pérez Jaramillo
Graduada en Enfermería, Pamplona
RESUMEN
La hemodiálisis es un procedimiento que lleva asociado la aparición de complicaciones agudas; debidas principalmente a las comorbilidades propias de los pacientes, pero con efecto sinérgico cuando se manipulan ciertos parámetros inherentes a la técnica empleada. Las principales complicaciones revisadas son de tipo cardiovascular, como hipotensión o hipertensión intradiálisis, aunque también se han incluido otras como calambres, cefaleas, hemolisis, síndrome de desequilibrio dialítico, etc. Se pretende con el presente trabajo ofrecer evidencia científica acerca de la incidencia y causas de las principales complicaciones derivadas de la hemodiálisis, pero también se pretende esclarecer el correcto abordaje de dichas situaciones para enfermería, a través de pautas concretas de actuación, así como la propuesta de un plan de cuidados estandarizado; con la intención de ofrecer una referencia para poder implementar posteriormente otros planes más ajustados a la realidad de cada unidad.
ABSTRACT
Hemodialysis is a procedure associated with the occurrence of acute complications; due mainly to patients´ comorbidities, but with a synergistic effect when certain parameters inherent to the technique employed are manipulated. The main complications reviewed are cardiovascular, such as intradialysis hypotension or hypertension, although others have also been included such as cramps, headache, hemolysis, dialysis imbalance syndrome, etc. This paper aims to provide scientific evidence on the incidence and causes of the main complications derived from hemodialysis, but also seeks to clarify the correct approach of such situations in nursing, through concrete action guidelines, as well as the proposal of a standardized care plan; with the intention of offering a reference to be able to subsequently implement other plans more adjusted to the reality of each unit.
Durante muchos años se ha oído hablar de Insuficiencia Renal Crónica (IRC), pero actualmente se sabe que esta patología es la manifestación final de múltiples trastornos, por lo que este término ha quedado en desuso, sustituyéndose por Enfermedad Renal Crónica (ERC). Esta nueva terminología representa un concepto mucho más amplio, incluyendo en el mismo desde los inicios del daño renal crónico, hasta su desenlace con la IR terminal (1,2).
La ERC viene definida en las guías Kidney Disease Improving Global Outcomes de 2017 (3) como anormalidades de la estructura o función renal, presentes durante más de 3 meses, con implicaciones para la salud. Además, deben cumplirse alguno de los siguientes requisitos:
Por tanto se trataría de un deterioro en el FG, que en la práctica se traduce en una disminución crónica del aclaramiento de la creatinina, y su consiguiente elevación sérica.
Algunos autores ponen el acento en las múltiples causas que pueden desencadenar el daño renal, así como su irreversibilidad, definiendo dicho trastorno como: “Proceso fisiopatológico multifactorial de carácter progresivo e irreversible que frecuentemente lleva a un estado crónico, en el que el paciente requiere tratamientos sustitutivos como hemodiálisis, diálisis peritoneal o trasplante renal para poder vivir”(1).
Los orígenes de dicha enfermedad como tal se remontan al s. XVIII. Concretamente fue en 1773 cuando el parisino Rouelle le Cadet utiliza por primera vez el término urea para referirse a una “sustancia jabonosa presente en la orina de animales y del hombre”. A finales de este siglo, Antoine Fourcroy y Nicolás Vauquelin consiguen cristalizar y analizar dicha sustancia. Posteriormente en 1821, Jean Louis Prévost y Jean Baptiste Dumas, dos científicos genoveses, observaron que un aumento significativo de urea en la sangre de algunos animales precedía a la muerte, descubriendo así la base de una enfermedad que hasta entonces no se conocía. En esta misma época, René Dutrochet da a conocer la producción de orina a través de la filtración química producida en los riñones. En 1829 en Escocia, Robert Christison habla por primera vez de insuficiencia renal para referirse a la acumulación de sustancias tóxicas en la sangre. Unos años después, en 1840, Pierre Piorry utiliza el término uremia para referirse a orina en sangre (4).
En cuanto a la etiología, las causas que pueden producir ERC son múltiples, estableciéndose dos grandes grupos para su mejor estudio:
Aunque ambas presentaciones pueden revestir gravedad atendiendo al deterioro de la función renal, es sin duda el segundo grupo el que presenta mayor mortalidad, ya que en este caso la afectación renal no es más que un reflejo de la afectación sistémica (5).
Según el registro oficial de Diálisis y Trasplante de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), cuando la ERC es consecuencia de una afectación sistémica, las enfermedades que más frecuentemente se encuentran asociadas son la DM, HTA, ICC y Cardiopatía Isquémica (6); pero la mayoría de autores coinciden en que la DM y la HTA son las más prevalentes, representando en conjunto al 60% aproximadamente de los pacientes en diálisis crónica (4,7).
La gravedad de la ERC depende fundamentalmente del avance de la enfermedad, estableciéndose cinco estadios, según la tasa de FG (3):
En los estadios I y II los pacientes se encuentran generalmente asintomáticos; en los estadios III Y IV comienzan a presentar diversa sintomatología y en el estadio V aparecen alteraciones severas de la función renal (4).
Una vez se detecta la ERC, el tratamiento suele implementarse desde tres vertientes (1):
Bajo el término diálisis se incluyen aquellos tratamientos sustitutivos de la función renal, cuyo principal objetivo es la depuración de la sangre. Existen actualmente dos modalidades: peritoneal y hemodiálisis (HD), pero la elección de una u otra depende del paciente, de la experiencia del profesional que la prescribe y de los recursos de los que se disponga (1).
El desarrollo de esta técnica se remonta al s. XIX, con la demostración de que el aumento de urea en sangre producía la muerte, y con los experimentos de René Dutrochet sobre la transferencia de agua hacia las células a través de membranas de animales. Sin embargo, la primera descripción científica de este procedimiento pertenece a Thomas Graham en 1854. Este científico tensó pergamino de origen vegetal sobre un marco cilíndrico de madera, sumergió dicho cilindro en un recipiente con agua, y colocó dentro de él un líquido rico en coloides y cristaloides. Al cabo del tiempo pudo comprobar que los cristaloides se encontraban disueltos en el agua que había fuera del cilindro, mientras que los coloides permanecían dentro. Posteriormente, en 1861 realizó este mismo procedimiento con orina, observando igualmente que la materia cristaloide se filtraba al agua; de esta forma concluyó que la urea tenía posibilidades de ser extraída de la sangre a través de estas membranas, y bautizó dicho procedimiento como diálisis.
Aun así, tardaría algún tiempo en establecerse como técnica terapéutica, ya que todavía a principios del siglo XX la comunidad científica desconfiaba de su utilidad en humanos. En 1911 John Abel realizó la primera diálisis en animales, en 1914, en la Universidad de Medicina Johns Hopkins, Baltimore, Estados Unidos, John Abel, Leonard Rowntree y BB Turner conciben el primer “riñón artificial”. Más tarde, en 1924 el Dr. George Hass, usando las ideas de Abel, practicó la primera diálisis en el ser humano. Esta duró unos 35 minutos y sucedió sin incidencias. Posteriormente ejecutó otras 2 sesiones utilizando ya la heparina, recientemente descubierta por Howell y Holt.
En 1944 en Holanda, Willem Kolff propone el uso del riñón rotatorio, Murray se encarga de desarrollarlo utilizando un tambor de madera, y finalmente la hemodiálisis se convierte en un procedimiento aceptado para su uso terapéutico. A pesar de ello, su utilización sigue sin extenderse debido a que aún no se había conseguido una anticoagulación eficaz, ni un acceso vascular con las condiciones necesarias para realizar la hemodiálisis.
Es en los años siguientes donde se producen una serie de mejoras que finalmente impulsan la técnica:
Nace así el conocido como “riñón artificial de Kolff-Brigham”; estos equipos fueron replicados entre 1954 y 1962 y usados en 22 hospitales de todo el mundo. En 1961 se abre la primera unidad de hemodiálisis ambulatoria en Seattle, en el Hospital de la universidad de Washington.
Finalmente, en 1966 Cimio y Brescia describen la fistula arteriovenosa interna que permite obtener un flujo sanguíneo adecuado, presenta baja incidencia de procesos infecciosos y trombóticos, y es bien tolerado por el paciente (1,4,8).
La hemodiálisis se basa en leyes físicas y químicas sobre la dinámica del agua y de los solutos a través de membranas semipermeables. Así, mediante difusión y convección, se extraen los solutos tóxicos de la sangre (2). Por tanto, podría decirse que es un proceso donde se intercambian bidireccionalmente el agua y los solutos presentes en dos soluciones separadas por una membrana, que permite el paso de agua y moléculas de pequeño y mediano tamaño, pero impide el paso de moléculas mayores como son la albúmina o las células.
Durante la diálisis, la sangre contacta con el líquido de diálisis mediante una membrana semipermeable, siendo la composición de este líquido la responsable de favorecer la depuración de las sustancias acumuladas en la sangre, al mismo tiempo que aporta otros elementos tales como el bicarbonato y otros electrolitos (5).
Existen varias modalidades de HD (4):
Por último, existe otra modalidad de diálisis, conocida como Diálisis Peritoneal (DP). Ésta consiste en la depuración de la sangre utilizando la membrana peritoneal como medio de intercambio. Normalmente se realiza en el domicilio, motivo por el cual no será incluida en el presente documento.
Existen varios tipos de DP, que se exponen a continuación en la tabla nº 1, siendo las complicaciones más frecuentes que pueden derivarse:
TIPO |
FRECUENCIA |
Nº INTERCAMBIOS |
PERMANENCIA |
CICLADORA |
|
DP* intermitente |
2 o 3 sesiones/sem |
15-20/sesión |
20-30 min |
SI |
|
DP continua ambulatoria |
3-4 veces/día + 1 permanente por la noche |
4/día |
6h |
NO |
|
DP automatizada |
Continua cíclica |
Nocturna |
3-5/noche, el último permanece durante el día (día húmedo) |
2h 9-11 h en total |
SI |
Intermitente nocturna |
Nocturna |
3-5/noche, sin intercambio durante el día (día seco) |
1-1,5 h 8-12 h en total |
SI |
|
DP tidal |
permanente |
Recambios constantes con una cantidad de líquido remanente en peritoneo |
Cada 4-5h se vacía todo el liquido |
SI |
|
DP de equilibrio continuo |
3-4 veces/día + cicladora por la noche |
4/día + los necesarios durante la noche |
6h |
SI |
Tabla 1. MODALIDADES EXISTENTES DE DIALISIS PERITONEAL. Elaboración propia. |
La ERC es una patología que presenta características epidémicas y produce complicaciones devastadoras para el paciente y su entorno, por lo que actualmente está considerada como un problema de salud público (1).
A nivel mundial, esta enfermedad afecta al 10-14% de la población adulta (aunque otros autores sitúan la prevalencia mundial en el 17%), siendo la mortalidad global de 44,7%. Por cada millón de habitantes existen de 3.500 a 4.000 personas con IRC, y 1/120x106necesitaran diálisis o trasplante renal. Gracias a estas técnicas sobreviven más de 2 millones de personas en todo el planeta (1,4).
En países desarrollados, la prevalencia se sitúa en el 11% de la población, aumentando cada año un 4 -5%. Concretamente en Europa, dicha patología afecta al 5-7% de la población (2,4).
En España, el estudio EPIRCE (Epidemiología de la IRC en España) nos muestra que la ERC afecta aproximadamente al 10% de la población adulta, del cual un 6,8% son enfermos en estadios 3-5. En la actualidad son 25.057 pacientes los que se encuentran en diálisis, y 25.852 los que sobreviven con un trasplante renal. Dicho de otra forma, en nuestro país actualmente hay 4 millones de personas que padecen ERC, de las cuales 50.909 se encuentran en Tratamiento Sustitutivo Renal (TSR), la mitad en diálisis y la mitad con un trasplante renal funcionante. Además, cada año, unas 6.000 personas con IR progresan hasta necesitar tratamiento sustitutivo (6).
En cuanto a las modalidades utilizadas, el Registro Español de Enfermos Renales en 2012 indica que el 43,8% de los pacientes en TSR están en HD, el 50,78% están trasplantados y el 5,42% restante se encuentra en DP. Sin embargo, el 80% de los pacientes que iniciaron TSR en 2012 lo hicieron en HD, el 16,4% comenzaron con DP y el 3,5% restante se sometieron a trasplante (6).
La ERC no sólo está considerada como un problema de salud pública por las graves repercusiones que tiene sobre la población, sino que su importancia también radica en los altos costos que suponen para el Sistema Nacional de Salud (SNS). Se estima que el TSR consume el 2,5-3% del presupuesto del SNS, incrementándose dicha cifra cada año para cubrir los costos de las nuevas 6.000 personas que iniciarán TSR. El coste medio anual por paciente tratado con HD es de 46.659,83 euros, y de 32.432,07 euros para la DP (6).
Al igual que cualquier procedimiento terapéutico, la hemodiálisis puede dar lugar a una serie de complicaciones más o menos graves.
Durante los inicios de la HD, hace más de medio siglo, las complicaciones agudas resultantes de fallos técnicos sucedían con bastante frecuencia. Sin embargo, hoy son excepcionales. Aun así, cuando las condiciones propias del paciente y las características del procedimiento se combinan, pueden desencadenar un evento adverso, resultando ser, a veces, muy peligroso para la vida del paciente (1,2).
En este sentido, el profesional de enfermería está obligado a conocer las principales complicaciones, para poder detectarlas precozmente y actuar de forma inmediata. Sólo así puede ofrecerse una asistencia segura y de calidad (9).
Por tanto, resulta de vital importancia saber abordar las complicaciones más habituales para disminuir la morbimortalidad resultante de dicho proceso, aunque más importante es manejar los factores determinantes con la finalidad de prevenir su aparición (1).
Unido a lo anterior, cuando estas complicaciones se presentan, en la mayoría de los casos hay que finalizar la sesión de hemodiálisis para poder resolverlas. En este sentido, algunos autores concluyen que estas situaciones “podrían ser manejadas exitosamente sin la necesidad de la terminación del procedimiento”, por esto se abre paso en el campo de la enfermería una nueva necesidad de atención especial al diagnóstico y tratamiento de las complicaciones intradiálisis (2).
Por otra parte, los pacientes sometidos a hemodiálisis ven mermada su calidad de vida (2). Esto se debe principalmente a que este colectivo se enfrenta a una situación totalmente desconocida, surgiendo alteraciones emocionales como preocupación, ansiedad, depresión, ira, hostilidad, agotamiento, tristeza, culpa, desafío ante tal enfermedad, derivados de la dependencia tecnológica para la diálisis, el temor de perder la fístula, inseguridad a ser atendidos por un personal diferente del habitual o limitaciones impuestas por la enfermedad y su tratamiento (1,9,10). Existen estudios que incluso relacionan la aparición de insomnio con la terapia de HD, como el estudio descriptivo realizado en dos unidades de HD en Alicante, que encontró que el 63% de los pacientes analizados padecían insomnio desde que fueron incluidos en la terapia de HD (5).
Estos sentimientos negativos contribuyen a aumentar la aparición de complicaciones agudas durante la diálisis, es decir, se ha demostrado que la manera en la que las personas afrontan la terapia repercute a su vez en la eficacia del tratamiento (1,9).
Si, además, se presentan complicaciones durante el procedimiento, con la consiguiente disminución de la eficacia del mismo, dichos sentimientos se ven reforzados, generando una espiral de alteración emocional-complicaciones intradiálisis, que seguramente terminará en la exclusión del tratamiento dialítico. (Fig. 1)
Por ello, se hace necesario que el personal de enfermería cuente con la formación suficiente para suministrar una correcta información y educación prediálisis, al mismo tiempo que ofrezca apoyo emocional y confianza al inicio y durante la misma. Sólo de esta forma es posible ayudar al paciente a superar esta nueva fase de la ERC. (6,9)
Objetivo principal
Objetivos secundarios
El presente documento es una revisión bibliográfica realizada entre agosto de 2017 y septiembre de 2017.
Para su elaboración se efectuó una búsqueda durante el mes de agosto en las bases de datos:
Así como las páginas web de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), la Sociedad Española de Enfermería Nefrológica (SEDEN), la web oficial de Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI), la página web del National Institute of Health y la NANDA Internacional.
Las palabras claves utilizadas fueron:
Los filtros usualmente utilizados fueron:
De esta búsqueda en total se obtuvieron:
Los criterios de inclusión para la selección de documentos fueron aquellos relacionados con la pertinencia al objeto de estudio:
Se excluyeron todos aquellos cuyo tema central difería de los expuestos anteriormente.
Figura 2. DIAGRAMA DE FLUJO DE LA BÚSQUEDA DE INFORMACIÓN. De 1182 documentos encontrados al inicio se han utilizado 15 para realizar el presente trabajo. Elaboración propia basada en Krattenmacher, T et al. 2012. (15) Pág. 346
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Como se ha mencionado anteriormente, durante la HD pueden producirse algunas complicaciones agudas; sin embargo, es un tema no exento de controversia cuando se habla de su prevención y/o minimización del efecto, ya que muchas de ellas se deben principalmente a las comorbilidades propias de los pacientes, aunque con efecto sinérgico cuando se manipulan ciertos factores inherentes a la técnica empleada (1,2,5).
La literatura científica identifica como factores principales que determinan la presencia de complicaciones la patología de base del paciente, la técnica de depuración utilizada, el tiempo de diálisis y la tolerancia al tratamiento. La identificación de estos factores principales permite al personal de enfermería actuar de forma anticipada sobre aquellos que puedan ser modificados previamente, pero también permitirá extremar las precauciones en aquellos pacientes que presenten factores de riesgo inherentes a su condición, y por tanto no puedan ser modificados (1,5).
En esta línea, recientemente han sido validados algunos índices pronósticos de mortalidad según comorbilidad en pacientes con ERC, tales como Renal Epidemiology and Information Network (REIN) o Catalan Registry of Renal Patients (RMCR) con la intención de aplicarlos para disminuir la morbimortalidad en dicho colectivo (10).
Las principales variables epidemiológicas que influyen sobre la morbimortalidad de la ERC en pacientes con HD, descritas en la literatura científica, son:
Sexo: Los varones en tratamiento con HD tienen incrementada la mortalidad con respecto a las mujeres, sobre todo la de origen cardiovascular.
Raza: Pacientes de raza blanca en tratamiento con HD tiene mayor mortalidad que la negra
Edad: Este parámetro bien merece un capítulo aparte, ya que en él se reúnen dos condiciones que lo hacen especialmente importante.
Por un lado, al igual que en otras enfermedades, la edad constituye un factor de riesgo sobre la morbimortalidad de los pacientes en HD, debido principalmente al deterioro sistémico y depleción de las reservas vitales que inevitablemente se producen con la edad. Existen estudios que apoyan la afirmación de que las complicaciones derivadas del propio tratamiento son mucho más frecuentes en la población mayor que en los más jóvenes, por ejemplo, un estudio realizado con 30 pacientes en Rio Grande del Sur, en el que se estudiaba la relación entre pacientes ancianos hemodializados y complicaciones sufridas, mostró una mayor prevalencia de calambres y debilidad en mayores de 80 años que en el resto de la muestra (5,9,10). Pero por otro lado, ocurre que el aumento de la esperanza de vida ha incrementado también la prevalencia de enfermedades crónicas, entre las que se encuentra la ERC.
Además, los avances en la técnica han permitido que la edad ya no constituya un requisito de exclusión para recibir HD, por lo que en la actualidad la mayoría de pacientes que se encuentran en las unidades de diálisis son mayores de 65 años (10).
Según el Documento Marco sobre Enfermedad Renal Crónica (ERC) dentro de la Estrategia de Abordaje a la Cronicidad en el SNS del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (6), el 3,3% de personas con ERC tienen entre 40 y 64 años, el 22% son mayores de 64 años, y el 40% superan los 80 años de edad.
Comorbilidad: La literatura describe numerosos factores de riesgo relacionados con la comorbilidad, como son DM, HTA, hepatitis viral/VHC, infecciones recientes con estreptococos o hiperhomocisteinemia, aunque también se incluyen otros factores como abuso de analgésicos, elevación de la PCR, tabaquismo, obesidad, alteraciones electrolíticas o aspectos psicológicos y sociales (4,5).
Sin embargo, diversos estudios coinciden en que los pacientes con HTA o DM son los que presentan mayor riesgo de sufrir complicaciones. En un estudio realizado con 92 pacientes procedentes de 8 unidades de Hemodiálisis pertenecientes al estado de Carabobo donde se pretendía establecer la relación entre complicaciones y comorbilidad, se concluyó que el 40% de la muestra tenían comorbilidad con HTA y DM, y que además presentaron las mismas complicaciones agudas durante el tratamiento (2).
La presencia de cardiopatía al inicio del tratamiento de HD está considerada como principal factor de riesgo para la morbimortalidad de la ERC. Concretamente las cifras de TA postdiálisis juegan un importante papel a la hora de predecir la mortalidad, de tal forma que cifras demasiado bajas o demasiado elevadas tras la diálisis indicarían un aumento en el riesgo de morir.
La DM es otro importante predictor de la morbimortalidad relacionada con las complicaciones intradiálisis. Estos pacientes, con mayor frecuencia, presentan complicaciones del tipo hipotensión e intolerancia al tratamiento, problemas de acceso vascular, arritmias, infecciones e hipoalbuminemia. Además se ha comprobado que requieren mayores dosis de diálisis para obtener el mismo beneficio que la población no diabética. Por ello, se recomienda utilizar en este colectivo la modalidad peritoneal, ya que además permite la administración de insulina intraperitoneal, disminuyendo los episodios de hipoglucemia y no produce inestabilidad hemodinámica (5).
Estado nutricional: Los pacientes sometidos a diálisis suelen presentar cierto grado de desnutrición motivado por una menor ingesta y un aumento de los requerimientos nutricionales. Este tratamiento requiere que el aporte proteico sea de al menos 1,1 o 1,2 g/kg diarios para que el balance nitrogenado sea el correcto. Los pacientes que presentan niveles de albúmina sérica menores a 3 gr/dL tienen incrementado el riesgo relativo de morir en diálisis, siendo este de dos a diez (10) y los que tienen la albúmina sérica por debajo de 4g/dL tienen aumentada la mortalidad, con un poder predictivo 21 veces superior al de la dosis de diálisis (5). Por otro lado, los niveles de hemoglobina sérica también juegan un papel predictor, de tal forma que niveles inferiores a 12 g/dL en hombres y 11 g/dL en mujeres causa hipertrofia ventricular e incrementa el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares durante el tratamiento (10).
Alteraciones del perfil lipídico: Los pacientes que presentan valores elevados de colesterol total, LDL y apolipoproteina B, o disminución en los valores de Apo A-I poseen aumentado el riesgo de mortalidad. Existen estudios que demuestran que estos perfiles pueden mejorarse significativamente mediante el uso de membranas de alta permeabilidad o alto transporte convectivo (5).
Se define como complicación aguda a “aquellas que aparecen durante la sesión o en las horas siguientes a la HD” (1)
Las complicaciones agudas que se han descrito en la literatura científica revisada para este documento son (2,4):
De estas, la hipotensión, las náuseas, los vómitos y los calambres surgen más frecuentemente durante las primeras sesiones de hemodiálisis, mientras que las cefaleas y la hipertensión surgen más bien en las sesiones sucesivas (1).
Sin embargo, cuando se intenta establecer la incidencia de las distintas complicaciones, no existe unanimidad en los datos encontrados. Aun así, los eventos cardiovasculares parecen ocupar el primer puesto como complicación principal de la hemodiálisis (10).
En cuanto a las posiciones centrales de incidencia, las náuseas y vómitos, fiebre y escalofríos, dolor torácico, cefaleas y calambre parecen ocupar dicho lugar.
Aun así, algunos autores como Alvarado sitúan en el primer puesto al síndrome de desequilibrio, atendiendo a los resultados de su investigación, donde se presentó dicha alteración en el 32% de los pacientes analizados (5), o Sánchez-García y colaboradores cuyos resultados indican que el primer lugar lo ocupan los calambres apareciendo en el 71,2% de la muestra (2).
Las principales complicaciones que con mayor incidencia se presentan en las unidades de diálisis son las que se exponen a continuación.
Las crisis hipertensivas consisten en un aumento súbito de la tensión arterial mayor a 200/120 mm Hg. Suelen desarrollarse transcurridas las primeras horas, y aparece generalmente en pacientes con HTA de base no tratada o que han abandonado el tratamiento.
Un aumento considerable de la Presión Arterial (PA) puede producir lesiones en los órganos diana (cerebro, corazón o riñón), riesgo que se encuentra aumentado en el paciente hemodializado porque generalmente se encuentra anticoagulado y puede desencadenar un accidente cerebrovascular.
Los posibles signos y síntomas con los que suele debutar son cefaleas, vértigo, epistaxis, dolor precordial, confusión mental, nauseas, vómitos, nerviosismo, sudoración o enrojecimiento de la cara.
Entre las causas que pueden desencadenar las crisis hipertensivas se encuentran la ultrafiltración excesiva, la concentración elevada de sodio en el líquido de diálisis, la toma incorrecta del tratamiento antihipertensivo o el aumento excesivo de peso interdiálisis.
Ante una crisis hipertensiva confirmada durante la hemodiálisis se recomienda realizar las siguientes acciones:
La mayoría de los pacientes hemodializados tienen elevada la actividad de la renina plasmática, por lo que las crisis deberán tratarse casi siempre con medicación, de entre las que se encuentra el captopril o nifedipino. Si la crisis no revierte, entonces el fármaco de elección será en nitroprusiato, administrado bajo monitorización (1,4).
La hipotensión arterial intradiálisis consiste en la disminución brusca de la TA durante la hemodiálisis. Cuando esto ocurre, se ponen en marcha los mecanismos compensadores (aumento del gasto cardiaco, vasoconstricción, estimulación simpática) para corregir dicha disminución. Sin embargo, en los pacientes que están siendo hemodializados, este mecanismo puede estar abolido por distintas causas, dando lugar a la aparición de hipotensión (1,6).
Como consecuencia, el paciente puede experimentar nauseas, mareo, taquicardia, palidez, somnolencia, bostezo, dislalia, sudoración, calambres, convulsiones, visión borrosa, confusión, vértigo, síncope o debilidad (1).
Las causas más comunes que desencadenan una hipotensión son (1,2,4,5):
Ante una hipotensión confirmada se recomienda realizar las siguientes acciones (4,5):
La cefalea es un síntoma puede indicar mala tolerancia al tratamiento, aunque también puede ser secundario a otras causas como características inadecuadas del líquido de diálisis, tipo de membrana, baño de acetato, elevado flujo sanguíneo, duración de la sesión, ultrafiltración excesiva, síndrome de desequilibrio e hipertensión arterial. Por tanto, para evitar otras complicaciones, se recomienda el diagnóstico precoz, tratamiento analgésico adecuado y tratamiento de la causa desencadenante (1).
En función de la intensidad del dolor, pueden utilizarse distintas líneas de analgésicos. También pueden implementarse otras medidas de tipo no farmacológico como son colocar al paciente en una posición antiálgica, realizar respiraciones profundas, disminuir factores estresantes o utilizar la técnica de la distracción como medida disuasoria (1,4).
El calambre muscular es la tensión involuntaria de uno o varios músculos, con imposibilidad de relajarlo de forma consciente. Aparece de forma abrupta, afectando primeramente a las extremidades, acompañado de dolor grave. Pueden ser espasmos carpopedales o incapacidad de las manos, pies y músculos abdominales, pudiendo semejarse a un abdomen agudo.
Las causas que propician la aparición de calambres durante la sesión de HD son la disminución de la concentración de sodio en el plasma o en el líquido de diálisis, hipoxia tisular, cambios en el pH, tiempo y volumen de ultrafiltración elevado, pérdida excesiva de líquidos durante el tratamiento, peso seco inadecuado o cálculo mal realizado con el mismo (1,4).
Ante la aparición de calambres se recomienda realizar las siguientes acciones (4):
Las náuseas y los vómitos no son una complicación primaria, sino que suelen ser secundarios a otras causas, generalmente modificaciones bruscas de la PA, intolerancia a la ingesta, síndrome de desequilibrio dialítico, reacciones al dializador, intolerancia a la hemodiálisis, uremia elevada o ansiedad en las primeras sesiones. Por tanto, lo importante en estos casos es tratar la causa que los desencadena.
Ante la aparición de calambres se recomienda realizar las siguientes acciones (1,4):
Las arritmias durante la sesión de HD pueden ser supraventriculares o ventriculares y se producen frecuentemente al iniciarse la sesión, aunque muchas veces pasan inadvertidas. Cuando el paciente nota la presencia de arritmias, experimenta sensación de golpeteo en el pecho, lo cual puede generarle cierto nerviosismo. Las arritmias deben considerarse siempre como complicación peligrosa, ya que puede precipitar la aparición de una parada cardiaca (1).
Las causas de las arritmias son múltiples. Se describen a continuación (1,2):
Cuando se detectan arritmias durante la sesión de HD se recomienda realizar las siguientes actividades (4)
El prurito consiste en sensación de picor local o generalizado. Es una enfermedad, que aunque se origina en la piel, no se considera dermatológica. Suele aparecer en mayor o menor grado en la mayoría de los pacientes en diálisis, aunque en la actualidad, gracias a la mejora de las técnicas de diálisis es menos frecuente y menos grave. El aspecto de la piel suele ser normal, o aparecer pequeñas lesiones de rascado.
Las causas del prurito son multifactoriales. Se acepta que los niveles séricos elevados de fosforo o calcio producen prurito, aunque también pueden ser consecuencia de una reacción alérgica a algún componente presente en el circuito de diálisis o estar relacionado con la osteodistrofia renal (1,4).
Cuando aparece prurito en el paciente, se recomienda realizar las siguientes actividades (4):
Las complicaciones más frecuente de la Fístula Arterio-Venosa (FAV) son la reducción del flujo sanguíneo en la fístula y la aparición del síndrome de robo.
La reducción del flujo sanguíneo en la FAV se debe principalmente a la aparición de estenosis fibrosa y al desarrollo de trombosis. La estenosis fibrosa generalmente se produce como consecuencia de punciones repetidas sobre el mismo punto, generando áreas de fibrosis en la zona lesionada. La trombosis, por su parte, también disminuye o anula el flujo de la fístula. Si la trombosis se desarrolla de forma temprana tras la reconstrucción de la fístula, es probable que la causa sea una mala técnica quirúrgica, o un sustrato vascular de mala calidad, pero si se desarrolla de forma tardía, puede deberse a varias causas como son la estenosis venosa, realizar excesiva compresión tras la sesión de HD, tener el hematocrito elevado o presentar estado de hipercoagulabilidad.
El tratamiento consiste primeramente en realizar una fistulografía para observar la causa y el estado de la obstrucción, y seguidamente se procede a la actuación pertinente. Las acciones terapéuticas realizadas de forma precoz pueden restaurar el funcionamiento de la fístula largos periodos de tiempo (1,5).
El “síndrome de robo” es un conjunto de síntomas que responden a la isquemia de la extremidad donde se encuentra alojada la FAV. Tiene lugar cuando el flujo arterial desviado es excesivo, apareciendo episodios isquémicos en las zonas distales que son irrigadas por la arteria anastomosada. Los síntomas suelen ser dolor, frialdad y palidez en la mano, siendo más frecuente en personas mayores o diabéticos con patología arterial obstructiva (1).
El tratamiento dependerá de la intensidad de los síntomas, en algunos casos, estos síntomas desaparecen tras un periodo de adaptación, pero en otros casos se recomienda reducir el calibre del injerto (5).
Dentro de las complicaciones de los accesos vasculares (catéteres centrales) se han descrito el sangrado y el desarrollo de trombos.
El sangrado puede ocurrir con relativa frecuencia, y pueden estar causadas por desconexión accidental del circuito, extracción accidental de los sistemas de taponamiento, rotura o laceración del catéter o heparinización excesiva. El principal riesgo asociado a estas causas es la exanguinación, sobre todo si ocurre durante las horas de sueño, por lo que todos estos puntos deben ser revisados y controlados, para evitar que ninguno de ellos se produzca. Existen catéteres con doble sistema de cierre o cierre automático, cuya utilización puede ayudar a minimizar el riesgo.
Los trombos generalmente se desarrollan dentro del propio catéter (intraluminales) o adheridos a la pared externa, con el consiguiente riesgo de embolizar. El tratamiento para eliminar los trombos consiste en la instilación de urokinasa 1ml/5000UI con un volumen equivalente al contenido del catéter, manteniendo durante 20 minutos. Una vez transcurrido este tiempo, se retira el fármaco y se comprueba la permeabilidad del catéter. Generalmente en el 70% de los casos se consigue disolver el trombo, pero cuando esto no ocurre, se recomienda recambiar el catéter (1,5).
Las reacciones alérgicas son respuestas de hipersensibilidad del paciente que ocurren cuando el organismo entra en contacto con sustancias extrañas presentes en el circuito extracorpóreo de HD o por el contacto directo de la sangre con la membrana del dializador (5).
Los principales síntomas que anuncian una posible reacción alérgica son (4):
En cuanto al tipo de reacción, se distinguen dos patrones (1,2,5):
Las sustancias más reactógenas que se han descrito corresponden, en un 1% de los casos al hierrodextrano, a la desferrioxamina o a la heparina. Sin embargo, la mayoría de las reacciones se producen por el contacto de la sangre con sustancias utilizadas para la esterilización o la desinfección de los elementos del circuito extracorpóreo, conociéndose como reacciones por reuso. El óxido de etileno, gas utilizado para la esterilización de líneas y filtros de diálisis, es una de las sustancias que con mayor frecuencia produce reacción alérgica. Otros desinfectantes reactógenos son el formaldehido, glutaraldehido y renalina. Actualmente se tiende a sustituir todas estas sustancias por rayos gamma y vapor para la esterilización. Por último, como ya se ha mencionado anteriormente, las membranas también producen reacciones alérgicas, en concreto las celulósicas, pero al contrario que el reuso, éstas tienden a desaparecer con la reutilización (5).
Cuando se detecta la presencia de una reacción alérgica, se recomienda realizar las siguientes acciones (1,4,5):
Se considera fiebre en el adulto cuando la temperatura corporal supera los 37,2 o 37,5ºC (según la hora del día) medidos en axila (11).
La fiebre puede ir acompañada de otros síntomas como son escalofríos, deterioro del estado general o leucocitosis.
Puede estar causada por múltiples factores, y según el momento de aparición de la fiebre, es posible sospechar la causa.
Cuando se detecta la presencia de fiebre durante la sesión, se recomienda realizar las siguientes acciones (4):
La hemolisis consiste en la degradación de eritrocitos y liberación de su contenido al plasma sanguíneo. La circulación extracorpórea puede producir rotura de hematíes de forma leve y sin significado clínico, o de forma masiva, constituyendo una urgencia vital, debido sobre todo a la hiperpotasemia resultante, que puede desencadenar una parada cardiorrespiratoria (5).
Las causas son múltiples. La hemolisis leve suele responder al sometimiento de la sangre a traumas mecánicos, como fricción o turbulencias excesivas. Sin embargo la forma aguda casi siempre es debida a problemas en el líquido dializante, por concentraciones erróneas, temperaturas inadecuadas o contaminación con químicos hemolisantes. Se acepta que el líquido de diálisis caliente, hipotónico o con presencia de cloramidas; trauma mecánico de las líneas por recirculación, en el caso de utilizar agujas de diálisis, posicionarlas muy cercanas entre sí; raza negra; uso de antibióticos; transfusiones incompatibles y la presencia de desinfectantes mal aclarados en el circuito son las principales causas (1,4,5).
Cuando la hemolisis ocurre, puede observarse la presencia de sangre achocolatada en el circuito (1,5).
Los principales signos y síntomas son (1,4):
Cuando se detecta la presencia de hemolisis, se recomienda realizar las siguientes acciones (4):
La presencia de hemorragia durante la sesión de HD suele ser un episodio relativamente frecuente, pero generalmente poco grave. Los principales factores contribuyentes son la disfunción plaquetaria del paciente urémico y la anticoagulación necesaria para el tratamiento. Los sangrados más frecuentes son epistaxis, sangrado gingival y en el sitio de la punción (5).
Sin embargo, los más graves se producen a nivel gastrointestinal, retroperitoneal, pericárdico o intracraneal, siendo en muchas ocasiones el reflejo de una patología subyacente como hipertensión arterial o enfermedad cerebrovascular (1,5).
Por último, también pueden ocurrir sangrados por desconexión de la línea o por la rotura de la membrana de dializador. En ambos casos, se recomienda pinzar y detener la HD, y solucionar la causa (4).
El síndrome de desequilibrio dialítico se define como “conjunto de síntomas sistémicos y neurológicos que consiste en náuseas, vómitos, cefalea, desorientación, hipertensión e incluso convulsiones, obnubilación y coma, que se producen tras la corrección rápida de la uremia” (2).
Sus formas más graves se presentan en pacientes que no han sido nunca hemodializados y con niveles previos de uremia elevados. El descenso rápido de la uremia en sangre genera una disminución de la osmolaridad plasmática, provocando el paso de líquido intravascular al espacio intersticial y a las células cerebrales, generando edema cerebral. Los cambios bruscos en el pH del líquido cefalorraquídeo y la acumulación de moléculas, como inosol, glutamina o glutamato, también se ha asociado al desarrollo de edema cerebral. Por tanto, una alta efectividad en la diálisis puede acentuar la aparición de este síndrome (1,5).
Los síntomas que pueden indicar la presencia de síndrome de desequilibrio son (1):
Cuando se detecta la presencia de síndrome de desequilibrio, se recomienda realizar las siguientes acciones (1,4):
El dolor precordial puede responder a múltiples causas. Suele aparecer al inicio de la sesión por la reducción brusca del volumen sanguíneo y el consecuente aumento del gasto cardíaco, como mecanismo compensador. Pero también puede deberse a la disminución de la perfusión miocárdica, provocando una angina.
Los pacientes con enfermedad previa de arteriosclerosis poseen riesgo aumentado de sufrir un ángor durante la diálisis (1).
Cuando se detecta la presencia de dolor precordial, se recomienda realizar las siguientes acciones (4):
Durante la sesión de HD, la Presión parcial del Oxígeno (pO2) suele caer entre 5 y 30 mm Hg. Normalmente este hecho no tiene consecuencias para el paciente, pero puede revestir gravedad en aquellos que presenten enfermedad pulmonar o cardiaca de base.
Las causas de la hipoxemia son varias, entre las que se encuentran el secuestro pulmonar, embolia pulmonar o leucostasis pulmonar por activación de la vía alterna del complemento o hipoventilación alveolar debida a la pérdida de CO2 en el líquido de diálisis (sobre todo si se usan membranas de cuprofan y acetato en el líquido).
En estos casos es importante prevenir la aparición de nauseas, vómitos, calambre e hipotensión. (1,5)
La embolia gaseosa se produce cuando pasa aire del circuito extracorpóreo al sistema vascular del paciente. Ocurre en raras ocasiones, ya que las maquinas dializadoras cuentan con detectores de aire; pero tiene una alta letalidad, tan solo 5 cc de aire en una arteria coronaria o cerebral producen la muerte (1,4).
Los embolismos son casi siembre venosos, y se producen sobre todo durante la inserción o manipulación de los catéteres (5).
Los síntomas están relacionados con la posición que presente el paciente en ese momento, ya que la burbuja de aire se dirigirá a la parte más elevada. De esta manera, si el paciente se encuentra sentado, el aire se dirigirá al cerebro, mediante circulación venosa, y los síntomas que presentaran serán aumento de la presión intracraneal, convulsiones, coma y muerte. Si el paciente esta acostado el aire se dirigirá al pulmón y corazón, presentando como síntomas disnea brusca, tos, opresión y dolor torácico, cianosis e incluso parada cardiorrespiratoria (1,5).
Cuando se detecta la presencia de embolismo gaseoso, se recomienda realizar las siguientes acciones (4,5):
El edema agudo de pulmón consiste en el paso de fluido desde los capilares alveolares y vénulas pulmonares al intersticio del parénquima pulmonar, en respuesta a la modificación de las presiones oncóticas e hidrostáticas. Esta modificación suele producirse por la utilización de una diálisis con ultrafiltración insuficiente, aunque también se plantea que el paciente urémico presente un aumento de permeabilidad capilar que favorezca la aparición de dicho problema (4).
Cuando se detecta la presencia de embolismo gaseoso, se recomienda realizar las siguientes acciones (4):
La hemodiálisis es un procedimiento que requiere manejar múltiples parámetros para que esta resulte exitosa. Sin embargo, muchos de ellos son protagonistas en la aparición de complicaciones durante la sesión. Algunos de ellos son:
Concentración del líquido de diálisis:
Dosis de diálisis mediante Kt/V, (siendo K el aclaramiento del dializador, t el tiempo de duración y V el volumen de distribución de la urea) (12):
Membranas:
Buffer:
Volumen de ultrafiltración:
Duración de la sesión:
Eficacia de la HD:
Temperatura:
Medio de esterilización:
Acceso vascular:
Otros:
Las intervenciones realizadas por enfermería en la sala de diálisis se enmarcan dentro del manejo integral del paciente, desde su ingreso hasta la salida de la unidad. Por tanto, se incluyen aquí la recepción del paciente, verificación de instalaciones y monitores, montaje y cebado del circuito de HD, valoración previa del estado del paciente, conexión del paciente al monitor mediante la punción de accesos vasculares, programación de la terapia y cuidados de enfermería durante la sesión (4).
Sin embargo, la función principal de enfermería durante estas sesiones es observar continuamente al paciente, con la finalidad de prevenir o detectar precozmente cualquier complicación que pueda tener lugar (7).
Dentro de los cuidados de enfermería, se encuentran el control de constantes vitales y de los parámetros del monitor (flujo, temperatura, conductividad). Además, resulta imprescindible comunicarle al paciente que debe informar al personal de cualquier cambio de su estado general (4). No hay que olvidar el registro de todos los parámetros así como de cualquier actividad que se realice, para facilitar la trasmisión de información, a la vez que se fomenta la visibilidad del trabajo enfermero.
Para garantizar la rigurosidad científica y evitar la variabilidad de la práctica enfermera, se recomienda establecer planes de cuidados estandarizados e implementar las actividades de forma protocolaria, favoreciendo así la planificación de la asistencia (7).
Los dominios de los patrones funcionales pertenecientes a NANDA, que la literatura científica recoge como alterados en pacientes hemodializados, son los siguientes (1):
Los diagnósticos de enfermería más prevalentes en este colectivo de pacientes son (7,13):
De todos ellos, los siguientes se presentan casi en el 100% de los pacientes (7,13):
Numerosos autores han realizado planes de cuidados estandarizados para ser implementados en las unidades de HD. A continuación se expone el propuesto por Reyes E. (2012) (Tabla 2), seleccionado para este trabajo por contemplar, además del diagnóstico y las intervenciones, el objetivo a conseguir y las causas probables que pueden ocasionarlo. Otros planes de cuidados, también consultados para este documento, quedan recogidos en el anexo.
El tratamiento de HD, como se ha descrito en este documento, es un procedimiento no exento de complicaciones, que pueden ser más o menos graves, e incluso comprometer la vida de los pacientes. Sin embargo, la relación entre éstas y las comorbilidades o las características propias de los pacientes hacen que algunas de ellas sean imposibles de prevenir.
Por ejemplo, la literatura describe como variables epidemiológicas de mayor riesgo, entre otras, la edad, la raza y el sexo. Ninguna de estas variables son modificables, por tanto solo cabe en estos casos extremar la vigilancia con la finalidad de detectar la presencia de complicaciones de forma precoz. Hablando en términos de prevención, solo sería posible aplicar una prevención secundaria, dejando la primaria para la prevenir otras complicaciones que sí respondan a variables modificables.
En este sentido, el texto también expone que la presencia de ciertas enfermedades concomitantes aumenta el riesgo de sufrir complicaciones durante el tratamiento, en especial, enfermedades cardiovasculares o DM. Si bien es una condición que tampoco puede modificarse a priori, sí es posible en muchos casos conseguir un estado de salud bastante aceptable, mediante el estricto control de la enfermedad y la adquisición de hábitos saludables, para poder mejorar la tolerancia al tratamiento. En estos casos, es enfermería quien debe potenciar y alentar los autocuidados de los pacientes, pues posee formación y competencia para ello.
Por último, otras variables descritas son el estado nutricional o alteraciones del perfil lipídicos. Afortunadamente hoy día se disponen de fármacos y complementos nutricionales que pueden mejorar e incluso eliminar el estado de carencia o alteración, aunque lo ideal sería mediante la adquisición de hábitos dietéticos adecuados. Por tanto, mediante la utilización de estas herramientas, sería posible eliminar el riesgo derivado de dichas variables.
La situación anteriormente comentada hace necesaria la realización de una exhaustiva valoración prediálisis, así como la implementación de acciones, tales como cambios de hábitos o administración de medicación, para conseguir que el paciente llegue en las mejores condiciones posibles a la sesión de HD.
Por otro lado, aunque los datos muestran gran variabilidad en la incidencia de las complicaciones agudas, parece no haber duda de que la hipotensión e hipertensión ocupan los primeros puestos.
Las causas descritas para la hipertensión, entre otras, parecen ser la concentración elevada de sodio en el líquido de diálisis, medicación incorrecta antihipertensiva y el volumen de ultrafiltración excesivo, si bien este último también se ha descrito como causa principal de la hipotensión. Las causas descritas para esta última, además de la ultrafiltración excesiva, también se incluyen los niveles de sodio bajos, inicio brusco del tratamiento y medicación hipotensora, entre otras.
Por tanto, controlando el volumen y el inicio de la ultrafiltración, ajustando los perfiles de sodio a cada paciente y revisando la medicación previamente tomada, se estaría disminuyendo el riesgo de las complicaciones que con mayor frecuencia surgen durante la terapia.
A parte de las complicaciones más frecuentes, se han descrito otra serie de adversidades cuya importancia radica no tanto en la asiduidad con la que se dan sino en la letalidad. Poseen estas características las arritmias, reacciones anafilácticas, hemolisis aguda, embolia gaseosa y edema agudo de pulmón, y tienen en común que el tiempo de actuación y las maniobras a realizar juegan un papel vital para la supervivencia del paciente. Por ello, es muy importante que la unidad cuente con protocolos de emergencia, el personal de enfermería esté familiarizado con dichas actuaciones y se tengan actualizados los conocimientos.
Otro aspecto importante que se ha tratado en este trabajo son los distintos parámetros que juegan un papel importante en la aparición de complicaciones durante el tratamiento.
Cuando se dan pautas acerca de la concentración del líquido de diálisis se indica que ésta debe ser de 138-145 mEq/l para el sodio, y de 3,5 mEq/l para el calcio, sin embargo poco después se recomienda la modificación de dichas concentraciones a favor de la aplicación de perfiles, sin indicar rango terapéutico ni dosis tóxica. Esta cuestión sería interesante esclarecerla para saber dónde situar los límites del riesgo. Algo parecido ocurre con la dosis de diálisis, aunque en este caso sí se indica el límite inferior.
En cuanto a las membranas, se indica el aumento del riesgo con membranas de celulosa o cuprofan, en pro del uso de membranas sintéticas biocompatibles. Sin embargo, no se explicita el tipo de membrana que resultaría más adecuada, ya que dentro de este grupo se pueden encontrar las de tipo hidrofílica, hidrofóbica, de alta o baja permeabilidad, de polisulfona o de polimetilmetacrilato (14).
En varias referencias bibliográficas se ha mencionado la ultrafiltración como la causante de la hipertensión y de la hipotensión, pero solo se ofrece la explicación del mecanismo fisiológico de la aparición de hipotensión con un ultrafiltrado elevado, no siendo así para el caso de la hipertensión. Faltaría investigar la forma en la que una misma causa puede provocar efectos diferentes.
Con respecto a los accesos vasculares, los datos muestran mayor mortalidad en el abordaje vascular central que mediante fístula, pero es bien sabido que los catéteres centrales, manipulados correctamente, pueden ofrecer una serie de ventajas con las que no cuenta la fístula, como puedan ser evitar las punciones repetidas, la no afectación de la imagen corporal, la utilización inmediata tras la inserción, etc. Sería interesante conocer el contexto donde se han realizado los estudios sobre la mortalidad asociada a los catéteres, puesto que es posible que dichas condiciones no se den en nuestro medio, siendo la mortalidad inferior.
El punto 4.5 pone de manifiesto la importancia del papel del enfermero en las unidades de diálisis, ya que se encarga del paciente de una forma integral desde que entra hasta que abandona la sala, sin mencionar el manejo de los parámetros de la máquina para realizar una diálisis eficaz. Por ello, es muy importante que el personal que se encuentra al frente tenga formación especializada en dicho ámbito. Actualmente el currículo de grado de enfermería ofrece conocimientos generales sobre nefrología y técnicas de depuración extrarrenal, pero éstos son claramente insuficientes para desempeñar un puesto en la unidad de diálisis, siendo necesario realizar estudios de postgrado que ofrezcan los conocimientos y la práctica necesaria para desempeñar este papel.
Sin embargo, aunque la experiencia sea amplia o los conocimientos suficientes, son muchos los pacientes que pasan por la unidad de diálisis al cabo del día. Sin embargo, no son tan numerosos los profesionales que se encuentran al frente, estando en ocasiones al cargo de varios pacientes a la vez. Por ello, en el presente trabajo se recomienda la implementación de planes de cuidados estandarizados, facilitando la planificación de la asistencia y evitando la variabilidad de la práctica enfermera cuando se cambia de un profesional a otro. Esta es la única forma de ofrecer una asistencia segura y de calidad.
El plan que se propone es bastante amplio, incluye las causas, el objetivo y las intervenciones a realizar, pero sólo aparecen 10 complicaciones de las 18 citadas en este documento, por lo que sería recomendable ampliar el plan, para cubrir todas aquellas que están ausentes.
Por último, como se ha descrito en el apartado 1.4 del presente documento, los pacientes sometidos a diálisis suelen experimentar trastornos emocionales entre los que se encuentra la ansiedad, especialmente si se trata de las primeras sesiones. Sin embargo, llama la atención que de todos los documentos revisados, ninguno incluya la ansiedad como complicación en la sala de diálisis. Tan solo se contempla en el Documento Marco sobre Enfermedad Renal Crónica dentro de la Estrategia de Abordaje a la Cronicidad en el SNS realizado por el Ministerio De Sanidad Servicios Sociales E Igualdad, donde se incluye, pero sin especificar si contempla la ansiedad como complicación aguda en la sala de diálisis, o como complicación a largo plazo. Por tanto, faltaría añadir el diagnóstico de enfermería ansiedad al plan estandarizado, así como investigar más profundamente sobre las causas y el abordaje durante la sesión. Es enfermería quien debe propiciar la seguridad del paciente, ofrecer apoyo y asesoramiento para disminuir, en la medida de lo posible, la ansiedad.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
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GLOSARIO DE ABREVIATURAS
IRC Insuficiencia Renal Crónica
ERC Enfermedad Renal Crónica
FG Filtrado Glomerular
HTA Hipertensión Arterial
DM Diabetes Mellitus
ICC Insuficiencia Cardiaca Crónica
SEN Sociedad Española de Nefrología
QB Flujo de sangre
QD Flujo del líquido de diálisis
CUF Coeficiente de Ultra Filtración
UF Ultra Filtración
DP Diálisis Peritoneal
TSR Tratamiento sustitutivo renal
HD Hemodiálisis
SNS Sistema Nacional de Salud
EPIRCE Epidemiología de la IRC en España
PA Presión Arterial
PM Preinscripción Médica
pO2 Presión parcial del Oxígeno